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HISTORIADORES DE CHILE.

HISTORIADORES DE CHILE.x vejaciones que les hacian, y por defender sus fueros, sus vidas, sus mujeres y sus hijos; que, segun San Agustin, fué justa la guerra que movieron contra los que los agraviaron y tuvieron como a esclavos, y aun peores, porque el que lo es y asiste al órden de su señor, está obligado a darle de comer, de vestir, doctrina y lo demas para la conservacion de la vida humana: pero estos pobres vasallos estaban forzados a satisfacer su tributo, asistiendo de ordinario con el azadon y barreta en la campaña, no gozando de sus hijos ni mujeres, servir tambien personalmente las unas y las otras mujeres casadas y solteras, muchachos y chinas, en traer leña, barrer, tejer, hilar y en lo demas que les ordenaban, sin darles de comer ni de vestir, ni un agradecimiento. Lo tercero, que fué permision divina el tomar por instrumento unos humildes criados sin armas, ni prevencion militar, ni experiencia, a quienes dió el Juez soberano vigor y fuerzas para que fuesen azote cruel y cuchillo de aquellos que fueron lobos carniceros y fieras inhumanas de estas ovejas mansas, nuevamente reducidas y dispuestas a recibir nuestra fee católica y profesarla, como lo hubieran hecho si la intencion primera de nuestros españoles se hubiese encaminado a la mayor honra y gloria de Dios y a la propagacion de nuestra católica lei; que sin estos fundamentos es imposible tengan dichosos fines los principios, cuyas experiencias estamos tocando con la mano, con mas vivas memorias hoi (por los trabajos presentes) que las que nos dejaron los pasados subcesos, que ni las unas ni las otras aprovechan para la enmienda de nuestras costumbres y reformacion de los gobiernos, que llevan adelante las acciones de los pasados, y aun juzgo que con mas ventajas las ejecutan por la esclavitud inhumana de que se aprovechan. Con que no hai que aguardar convalescencia ni mejoras de nuestros males, ni esperanzas de volver a gozar de nuestros perdidos bienes.

CAPITULO XXV.

En que se prosigue la historia, y como el indio Pedro mi amigo volvió de buscar los adherentes que le habia pedido para la cura de su mujer, y llegó a donde yo estaba mui de mañana a solicitarme para que diésemos principio a lo que tanto deseaba. Despues que el cacique viejo mi huésped acabó de referir la desdichada muerte del gobernador Valdivia, de que se orijinaron las demas razones que habemos ponderado en los atrasados capítulos, quedamos sosegados, y al sueño sujetos nuestros sentidos, hasta que los resplandores de la aurora dieron principio a ausentar las confusas nieblas de la noche; y apénas el sol comunicó sus rayos, cuando estuvo en nuestro rancho y con nosotros el indio Pedro, que habia vuelto a deshoras de la noche con todo lo que dudé que hallase entre los suyos, para la ejecucion de mi oferta, bien excusada y bastantemente de mí sentida, diciéndome placentero, que habia traido lo que habia dicho era necesario y conveniente para la cura de su mujer; con que me ví ya obligado a dar