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HISTORIADORES DE CHILE.

fuego, dejándolo desocupado, adonde hice poner la olla nueva de buen porte que estaba prevenida, con los demas adherentes, la cual henchí de agua y de las yerbas que traje no conocidas y como milagrosamente descubiertas; cociéronse de manera que menguó el agua de las tres partes las dos, quedando la restante de color tinto. En el entretanto estuve disponiendo de una camisa vieja que habia traido Pedro, una como talega o bolsa en que entrar el pecho lastimado; y la primer cura que le hice, fué hacer que recibiese en aquella parte inflamada el vapor del cocimiento, que con extremo humeaba la vasija en que estaban las yerbas hirviendo, y con esta dilijencia, stilaba [sic] el pecho agua como de una fuente; luego vacié las yerbas con el cocimiento en una bategüela limpia, que es a modo de librillo, y estando tibia el agua, le dí con ella unos baños, y a ratos le entraba el pecho en la batea, y al fin de ellos envolvi la inflamacion con las yerbas bien molidas. y sobre ellas puse la bolsa o funda para que no die-e lugar a que se despegasen, y con unas tiras del mesmo ruan, que unas por debajo del brazo y otras por cima del hombro daban vuelta para atras, adonde se enlazaban de manera que tenian firme la bolsa y las yerbas. Abriguéle aquella parte con paños calientes y mantas, y quedó descansada por en tónces, y con algun consuelo, por las esperanzas que la dí, de que, mediante el médico celestial, habia de quedar con buena salud; que se encomendase a él con todo afecto y prometiese ser cristiana, pues su marido lo era y de mui buen natural, que de esa suerte nos ayudaria nuestro Dios a todos: a mí para que tuviese acierto en la cura, a ella para que consiguiese la salud, y a su marido el gusto y consuelo que deseaba. 674F A cuyas razones respondió la buena india, que desde luego estaba dispuesta a ser cristiana con mui buena voluntad. Yo la respondí que me alegraba infinito de reconocer en ella tan fervorosos deseos de conocer a Dios y hacerse su hija por el agua del baptismo, y supuesto que estábamos despacio, la repetí, será bien que aprendais a rezar primero las oraciones que sabe vuestro marido, y si las quereis aprender en vuestra lengua y natural idioma, os las enseñaré de mui buena gana; aque me dijo con grande alegría, que lo estimaria con extremo, y el marido Pedro con mas fervor me significó el deseo que tenia de oirlas en su lengua, porque para las personas que no entendian nuestro lenguaje, les seria de grande gusto y consuelo saber lo que rezaban: y miéntras se calientan los asadores y los guisados, podréis recitarnos el Padre nuestro y el Ave María. Hícelo así como me lo pidió Pedro dos veces, y quedó la enferma grandemente aficionada y deseosa de aprenderlas luego, y Pedro por lo consiguiente para enseñarlas a su mujer: y en tres o cuatro dias que continuó la asistencia de su rancho con los muchachos mis compañeros, que ya sabian el Padre nuestro, lo iban enseñando a la enferma y a Pedro, que le supieron escojidamente. Con que me apretaron su marido y ella, que la baptizase luego, porque lo deseaban con extremo; y al tercero dia, en los cuales continuaba los baños, bapticé a la enferma con grande consuelo suyo y regocijo comun de todos los vecinos, que para el efecto vino el viejo mi huésped y todos los del