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HISTORIADORES DE CHILE.

tínuas en el invierno y en el verano, que llaman pengus, con una fruta colorada mui gustosa y medicinal con otras calidades diversas, para el apetito sazonada, que si mal no me acuerdo, las tengo en otra parte referidas; regaba sus raices un cristalino arroyo y abundante, adonde a refrescarnos fuimos todos, fatigados del sol y del trabajo. Tenian en los fogones las mujeres, con diferentes guisados las ollas, y de carne varios asadores, con cantidad de cántaras y botijas de chicha, de que bebimos y comimos sin medida; y a breve rato volvimos a dar fin a nuestras melgas o hileras de camellones que a cada uno de nosotros nos pertenecian. Estando a los últimos tercios de nuestras tareas, como a las tres o cuatro de la tarde, vimos bajar por una loma rasa y descubierta, adonde en concurso alegre estábamos cavando, a un cacique grave de los distritos de la Villa-Rica, con dos compañeros deudos y amigos suyos y otros dos criados, que traian de diestro dos caballos cargados; que acercándose a nosotros, salió el cacique principal y dueño de aquel valle a saber quiénes eran los que venian, y para dónde caminaban; y habiéndole significado de adonde eran y como se llamaban, dijo el principal de ellos que iba encaminado a la casa de Tureupillan, el viejo mi camarada, sin decirle otra cosa por entónces; a que le respondió Quilalebo, que entre los demas sus amigos y compañeros estaba cavando sus chacras. Llevólo al sitio donde habíamos sesteado, y le recibió con la cortesía y agasajo que acostumbran, haciendo tender unas esteras o tapetes en que asentarse, poniéndole delante tres o cuatro cántaras de chicha, y despues envió a llamar al viejo Tureupillan y a etros tres o cuatro de sus parientes, para que asistiesen al recibimiento del forastero cacique; y yo quedé acabando la tarea de mi camarada y compañero, con los dos hijos suyos que me asistian siempre. Fuéronse agregando al sitio y lugar en que estaban los recien venidos, los que iban dando fin a sus pertenencias y melgas señaladas, y aunque dentro de breve tiempo concluimos con nuestra faena y trabajo, nos fuimos por otra parte los muchachos mis compañeros y yo, ácia el estero, a lavarnos las manos y los rostros. En este intermedio estaban los caciques bebiendo y festejando la llegada de aquel forastero, príncipe y curaca de la Villa Rica, a quien preguntaron cuidadosos la causa de haberse movido a alargarse tanto de sus distritos, cuando nunca le habian visto por aquellas parcialidades; que por lo ménos habria catorce o quince leguas de distancia de una parte a la otra, que viene a ser, como ellos dicen, diferente utanmapo, que es parcialidad. Respondió el cacique forastero, que la noticia que tenia de un español captivo, hijo de Alvaro, le traia por aquellos distritos, por haber sabido estaba en casa del cacique Tureupillan. Es verdad, le dijeron los circunstantes, y aquí asiste entre nosotros con mucho gusto y contento. A cuya causa me hicieron llamar a toda priesa, y no dejó de alborotárseme el spíritu, que el que se halla con ordinarios recelos, pocas veces se asegura de infortunios.