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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

cen 289 NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN. ibigin conoxan lalebo, dueño del festejo, celebró su llegada con algo mas de lo prevenido, porque verdaderamente era ostentativo y galante en sus acciones. Despues de haber cenado espléndidamente, y bebido de la chicha regalada del presente, nos fuimos al fogon (adonde el baile se habia principiado) los caciques viejos y el de la Villarica conmigo, quienes me rogaron que bailase con ellos, como lo hice por darles gusto; y en medio de este entretenimiento, cojió de la mano Quilalebo, mi nuevo amigo, a su hija, que estaba entre las demas bailando, y la trajo acompañada con las otras a donde nosotros estábamos, y la dijo, que me cojiese de la mano y bailase conmigo, porque ya me la tenia dada para mujer: los demas caciques se acomodaron con las otras que venian en su compañía, y empezaron a bailar con ellas de las manos, y a persuasiones del Quilalebo su padre y de los demas principales ancianos, hice lo propio, habiendo ántes de esto brindádonos las mozas, que es lo que acostumbran las solteras cuando quieren que las correspondan los que no tienen mujeres, o cuando quieren hacer alguna lisonja a los caciques viejos; y de esta suerte suelen casarse en estas fiestas y bailes, que llaman ellos għapitun. po 2 Jamas me ví mas atribulado, ni mas perseguido del demonio que en esta ocasion forzosa y inexcusable, porque [era] aplaudido de los caciques, y solicitado con amor y voluntad a sensuales apetitos; que si en otras ocasiones me pusieron en semejantes empeños, no con tantos aprietos ni demostraciones tan afectuosas como las de Quilalebo, padre y dueño de las acciones de su hija. rider sa sup ¿Quién no temblará asustado de verse con enemigo tan poderoso y fuerte en la campaña, sin poder usar del remedio mas eficaz que para esta contienda se conoce, que es el apartamiento del peligro, con la fuga y ausencia? Y aunque Tertuliano asigna algunas causas y fundamentos que le mueven a ir en contra del comun de los doctores, que es el principal el decir, que sin la voluntad de Dios (que es el que todo lo ordena) no puede ser vencido ni sujetado el hombre que se opone a semejantes peligros y tentaciones (que, por no dilatarme, citaré solo al gran maestro Francisco de Mendoza, que el curioso lector podrá ver latamente esta cuestion ventilada en el tomo segundo sobre los Reyes); si bien es verdad se encaminan sus palabras a otro jénero de fuga, en cualquier conocido peligro es mas seguro el huirle (como resuelven otros doctores), que ponerse a contrastar con él. Digo me ajustara yo en esta ocasion a acojerme mas al asilo de la fuga, si pudiese conseguirla, que a poner en duda la victoria; así lo sintió San Cipriano, en estas palabras: mas honestamente y con ménos peligro se lucha con el spíritu a brazo partido, que con la carne a lo descubierto. Del bocado o mordedura de la deshonestidad licenciosa ninguno se escapa, ni pudo salir libre; aquel soplo o pestilencial anhelo aun a los mas apartados dél los inficiona. Este jénero de contienda y riguroso certámen en batalla mas requiere salir huyendo de ella, que asistir abrazado en su demanda. Hasta aquí el santo, que me valiera de su consejo y me arrimara