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HISTORIADORES DE CHILE.

HOME ni indignidad decir de los que por acá los imitaron, lo que el cacique tuvo por mas insolentes culpas. Proseguid vuestro discurso (dije al cacique), que me teneis absorto con lo que me habeis dicho. Estos pateros (repitió el buen viejo), en quienes teníamos puestas nuestras esperanzas de que hallaríamos en ellos segura proteccion y amparo cierto, eran peores que los propios seglares nuestros amos; que como nuestras poblaciones y rancherías estaban de ordinario sin la asistencia de los indios tributarios, por estar trabajando en sus tareas, los contenidos padres dotrineros, con pretexto de enseñar a rezar a los muchachos y chinas, se entraban en las casas con descoco y hacian de las mujeres lo que querian, por engaños y dádivas, y cuando se resistian constantes, las mandaban ir a la iglesia para que aprendiesen a confesarse, y en las sacristías, adonde los pateros se revestian para decir misa, las entraban atemorizadas y les decian que en aquel lugar en que estaban, si no consentian con lo que el patero o el sacerdote las decia, que el Pillan algue (que quiere decir el demonio) las habia de castigar severamente, y que si hablaban palabra, o revelaban lo que al oido les decia, y lo que hacian, las habian de quemar vivas, porque lo que en aquel acto se trataba, era caso de inquisicion si se divulgaba: y de esta suerte, dentro de las iglesias violentaban muchas doncellas, forzaban casadas y reducian a su gusto las solteras, y esto lo tenian por costumbre y como por lei establecida. Algunas mujeres casadas con todo secreto comunicaron a sus maridos el caso y lo que les pasaba con el padre doctrinero, encargándoles encarecidamente el silencio y que no lo publicasen, porque el patero les habia dicho, que la que se atreviese a hablar palabra de lo que en la confesion hacian, la habian de quemar luego. Resolvióse uno de los lastimados a llegar a solas a su amo (que le mostraba voluntad), a decirle que por vida de sus hijos y mujer se sirviese de escucharle dos razones, con cargo de que habian de ser solo para entre los dos; que le jurase el guardarle el secreto, que le importaba mucho. El amo le aseguró todo silencio, deseoso de saber alguna novedad, juzgando fuese el aviso de algun alboroto o rebelion entre ellos; díjole el indio: habeis de saber, capitan y señor, que vengo a deciros una cosa que despues que la supe me ha tenido el corazon entre dos piedras, y tan dolorido y lastimado, que me ha sido forzoso significaros mi pesar; y refiriéndole lo que arriba queda dicho, le preguntó si lo que hacian aquellos padres con sus mujeres, era antigua costumbre entre los españoles, y si con sus mujeres hacian lo propio. (El amo de este indio sin duda era discreto y entendido, como lo mostraron sus razones.) Respondióle suspenso y admirado, haciéndose cruces en el rostro, con demostraciones grandes de sentimiento, y le dijo: no puedo creer que eso sea así de ninguna suerte, y mirad que es caso grave el que me habeis dicho, que si se averiguase por algun camino, que algun sacerdote hubiese cometido delito semejante, lo quemarian vivo, y por lo consiguiente, si alguna persona levantase testimonio al sacerdote, o revelase