Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/329

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
315
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

aquello en que tiene puesto su apetito y lascivo gusto, esto constituye y tiene por su dios verdadero. Luego, sin escrúpulo alguno podrémos decir, que nuestros sacerdotes antiguos fueron tambien idólatras, pues en los mesmos templos consagrados al verdadero Dios de cielos y tierra y Señor absoluto daban culto y hacian reverencia a sus lividinosos apetitos, a quienes consagraban por su muevo dios: y lo peor y mas escandaloso era significar a aquellos ignorantes pobres, que debajo del sacramento de la confesion fuese permitido tan grande sacrilejio como el que cometian, poniendo temor y espanto a las pobres mujeres para que no descubriesen semejante maldad, ni tuviesen boca para significar su sentimiento. Y si estas maldades y heréticas acciones no tenian su merecido castigo por los jueces superiores de la tierra, no tenemos que maravillarnos le tuviesen por mayor del supremo Juez y Señor de cielos y tierra, asolando, abrasando y consumiendo aquellas antiguas ciudades, y a los habitadores de ellas sujetándolos a la servidumbre de sus propios siervos y criados.

CAPITULO IV.

En que se da a entender la doctrina y enseñanza que nos dan los antiguos Ethnicos en la reverencia y culto que se debe a los templos y sagrados lugares. Grande es el ejemplo, doctrina y enseñanza que los antiguos bárbaros nos comunican en la veneracion de sus dioses y en el culto y reverencia de sus templos, pues celosos y severos castigaban delictos y pecados cometidos en los lugares consagrados a sus falsos dioses, y tambien los encartaban en la pena, porque consentian en ellos ilícitos tratos y lascivos gustos; para cuya verificacion y prueba de lo dicho acabarémos este capítulo con lo que nos cuenta Flavio Josepho en sus Judaicas Antigüedades. Estaba en Roma (dice) una mujer llamada Paulina, tan adornada de excelentes costumbres como noble en su ilustre sangre y claro nacimiento, desposada con un varon igual y digno de tales prendas, que su nombre era Saturnino. Un mancebo llamado Decio Mundo, no ménos ilustre en sangre que poderoso en hacienda, llevado del amor lascivo y de la hermosura grande de Paulina, acompañada con honesta compostura y mas que aparente recato (que aun este no se platica en estos siglos en las mujeres que tratan de desenvueltas), que verdaderamente que es el iman para los hombres cuerdos la honestidad y lo compuesto en la mujer, solicitó con veras, Decio Mundo, el conseguir el fin de su deseo, y juzgando que el dinero es la llave maestra que abre con facilidad las puertas mas cerradas y mas fuertes, no habiendo hallado ni aun un resquicio en la de esta valerosa mujer por diversos modos y caminos, la ofreció ducientas mil dragmas de moneda (que es como entre nosotros ducientos mil reales) para la ejecucion de sus deseos, pareciéndole que así facilitaria lo que por otros medios no habia podido conseguir. Pues habiendo visto que con esta última dilijencia (que sue-