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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

rras sin lei, justicia ni razon, como queda dicho; a los amigos viejos y antiguos compañeros, mucho peor les estaba nuestra compañía y comunicacion estrecha, porque sobre ellos cargaba todo el peso y trabajo personal que se ofrecia, así tocante al servicio del Rei, como de particular de los ministros superiores de el ejército, y era tan contínuo y incomportable, como lo que referiré de algunas cosas que llegué a alcanzar, sin otras ordinarias que tendrian. Sacaban para el manejo de los barcos diez o doce indios de estas antiguas reduciones, y a fuerza de brazos a la silga [sic], contra la corriente del rio y violencia de los vientos contrarios, subian las embarcaciones bien cargadas para el sustento del ejército, cinco y seis leguas para arriba, desnudos, metidos en el agua desde por la mañana hasta la noche; y el alivio que tenian en sus afanes, era tener sobre sí un cómitre de un arraez que los maltrataba. El sustento era solamente de una poca de harina cruda, o trigo, que para haber de comerlo hacian unas poleadas al cabo del dia, o cocian el trigo por sus manos; y aunque S. M. tenia dispuesto el que se les pagase su trabajo, socorriéndolos con lo que habian menester para su vestuario, las mas veces se lo usurpaban los ministros, y cuando mas piadosos, los dejaban desnudos como a los soldados, con boletos y vales que daban para sus pulperías, adonde a precios excesivos vendian el pan, vino y otros jéneros: demas de esto, ocupaban en sus contínuas arrias y trajines los indios que gustaban, o que habian menester para la conduccion de sus bastimentos y el servicio de sus casas, y a estos los obligaban a que llevasen a su costa dos caballos de los que S. M. les daba por su dinero y a su cuenta para las facciones militares que se ofrecian, y estos los habian de llevar para los acarreos y conducciones del ministro jeneral, uno para una de sus cargas, y el otro en que habia de caminar el dueño; y si se perdian o se quedaban cansados, habia de ser por cuenta de los pobres indios, demas de no pagarles su personal servicio, ni aun permitirles que por su dinero trajiesen ni entrasen en sus reduciones una arroba de vino para su consuelo, siendo el mayor que tienen el beberle, y por cuyo licor vencen imposibles y dificultades, y aun venden muchas veces los hijos y las hijas. Y por obligarles los ministros cudiciosos a que gastasen del que tenian en sus pulperías, no les permitian de ninguna manera que entrasen ni una gota; y lo que nunca se acostumbraba con los capitanes y oficiales del ejército, hubo superior que les puso tasa en el vino que habian de entrar para su gasto ordinario, poniendo guardias en los caminos, demas de las que asistian en las puertas principales y postigos del cuartel, para que por una y otra parte no lo consintiesen; con que la afliccion de los unos y los otros pronosticaron las congojas, penalidades y ruinas que dentro de breve tiempo se siguieron con el alzamiento jeneral de las fronteras. No era esto lo mas que se obraba en aquel tiempo, pues con inhumano pecho y depravada conciencia enviaban a las reduciones de los indios amigos, compradores de piezas a trueque de vacas,