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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

cion de sus intentos, y como padre de misericordia (que en los mayores trabajos y aflicciones patrocina y socorre a los que rendidos quieren valerse de su favor y amparo), tuvo por bien su divina clemencia, que de en medio de mis rabiosos enemigos (de cuyos corazones y dañados naturales se puede decir lo que el natural poeta contra un maldiciente mormurador dijo:

Natus es e scopulis, nutritus lacte ferino,
Et dicam silices pectus habere tuum.

Tu oríjen y nacimiento
De peñascos duros fué,
Leche de fiera se vé
Que te dió mantenimiento:
De pedernales sin cuento
Dice que es tu pecho extraño,
Pues que solo en hacer daño
Se ocupa tu entendimiento.)

sacasen los cielos, de los diamantinos pechos en pedernales duro convertidos, ardiente fuego de caridad piadosa; que es propio de los divinos astros dolerse y lastimarse de los tristes y desconsolados, como en sus penalidades lo sintió el mismo poeta:

Crede mihi, miseris cœlestia numina parcunt,
Nec semper læsos et sine fine premunt.

Siempre por cierto he tenido
Que los dioses inmortales
Se lastiman de los males
Del miserable aflijido,
Dan mano al que está caido
Y perdonan al culpado,
Porque es un fiel abogado
El que en sangre es conocido.

Y al tiempo que aguardaba de sus manos la privadora fiera de las vidas, llegó a dilatármela piadoso uno de los mas valientes capitanes y estimados guerreros que en su bárbaro ejército venia, llamado Lientur; que por haber sido su nombre respetado entre los suyos y bien conocido entre los nuestros, le traigo a la memoria agradecido; y porque las razones y palabras que pronunció discreto, no son para omitirlas, ántes de repetirlas manifestaré algunas circunstancias de que se orijinó el mirarme con pios ojos y dolerse de mis trabajos y desdichada suerte.

El tiempo que este valeroso caudillo asistió entre los nuestros, fué de los mejores amigos y mas fieles que en aquellos tiempos se conocian; por cuya causa le hizo grandes agasajos y cortesías el maestro de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda, mi padre, miéntras gobernó estas fronteras. Y aunque el comun tratamiento que a los demas hacia, era conocido y constante entre ellos, de que se orijinaron los felices sucesos