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HISTORIADORES DE CHILE.

y aventajados aciertos que fué Dios servido de darle en esta guerra, por el amor y voluntad con que se oponian a cualesquiera trabajos y peligros de la vida, acudiendo con todas veras a la ejecución de sus órdenes y mandatos (que es nacion que se deja llevar de la suavidad de las palabras y del agasajo de las acciones; y al trocado, siente el mal agrado, verificándose en ellos la parábola del sabio); con este guerrero parece que quiso mas humano efetuar sus agasajos, sacándole de pila a uno de sus hijos, y llamarle compadre: accion que la tuvo tan presente y de que hizo tanto aprecio y estimacion, cuanto se echará de ver en las razones de adelante, mostrándose amigo verdadero de aquel en quien conoció apacible condicion y natural afecto, aunque despues enemigo feroz de las obras y tratos de otros superiores ministros, que fueron los que le obligaron a rebelarse y dejar nuestra comunicacion y trato; que no sin muchos fundamentos y conocidos agravios dejó nuestra amistad antigua por la de los enemigos: causas que me obligan a juzgar y decir, que la esclavitud de esta nacion no la tengo por justificada, porque ha obligado a poner en ejecucion grandes desafueros y maldades la codicia insaciable de los nuestros, con que se perturba y alborota la paz y el sosiego que pudiera haber conseguido este desdichado reino, que en otros capítulos tocaré mas latamente.

Llegó, como queda dicho, y con resolucion valerosa se entró en medio de los demas, que en altas voces estaban procurando mi desastrada muerte, y con su presencia pusieron todos silencio a sus razones. Y haciéndose lugar por medio de ellos, se acercó mas al sitio adonde mi amo y dueño de mis acciones con un amigo y compañero suyo me tenian en medio, con sus lanzas y adargas en las manos, dando a entender que solicitaban mi defensa con efecto, pues no respondian palabra alguna a lo que aquella turba multa con ímpetus airados proponia.

Cuando al capitan Lientur (caudillo jeneral de aquel ejército) vi entrar armado desde los piés a la cabeza, sus armas aceradas en el pecho, la espada ancha desnuda y en la mano, un morrion y celada en la cabeza, sobre un feroz caballo armado de la propia suerte, que por las narices echaba fuego ardiente, espuma por la boca, pateando el suelo con el ruido de las cajas y trompetas, [y] no podia de ninguna suerte estar un punto sosegado, mui semejante al que en otra ocasion pintó Claudiano:

Utque tuis primum sonipes calcaribus arcit,
Ignescunt patulæ nares.

Y Silvio (sic) Itálico cantó estas medidas letras al intento:

Frenoque teneri,
Impatiens erebros expirat.... ignes.

De las espuelas herido,
El frison mas alentado
No puede estar sosegado
Ni en un lugar detenido;