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HISTORIADORES DE CHILE.

inexcusables para la guarnicion de la muralla, seguridad y defensa del ejército. 151) aze of len ôl sita sup Suelen dilatarse en estas jornadas veinte y treinta dias en estos tiempos que estan arrinconadas nuestras armas, que cuando las fronteras se hallaban bien fortalecidas y pobladas, se dilataban en estas entradas mas de dos meses; y son las salidas amenudo y breves, con que a costa de los caballos, que se pierden y se cansan, se consiguen estos viajes; y cuando vuelven a los alojamientos juzgando hallar en ellos algun sosiego, quietud y descanso, salen luego a hacer resguardio a los potreros, porque el enemigo no se los lleve, adonde asisten con las mesmas incomodidades que en campaña, durmiendo vestidos, continuando estacadas en sus alojamientos, centinelas a lo largo, y postas de a caballo y potrerizos fuera; y despues de esto, ya aporreados de un sarjento o teniente, maltratados de un cabo de escuadra, y vituperados de un capitan bisoño y desatento, que como en otra parte tengo dado una puntada, que hai algunos superiores que tienen por ministros y capitanes de cuenta, a los que se precian de libertados, descorteses y desmedidos en el lenguaje, llamando a sus soldados de indios vestidos, de ladrones y borrachos: que aunque haya algo de esto en algunos (que no pueden ser todos iguales los de un ejército), no es lo que enmienda al soldado ni le corrije, el que le vituperen con lo que puede ser que tenga, que muchas veces el que se recataba con vergüenza, con el menosprecio y poca estimacion de sus oficiales perdian el respeto algunos al honesto recato con que de ántes encubrian o procuraban minorar sus faltas; y por verse baldonados y escarnecidos de ellos, se aniquilan y anonadan de tal suerte, que no hacen presuncion ni caso de honra el dejar en empeños conocidos a sus mal mirados ministros y capitanes, pues han perecido algunos a manos de los enemigos sin la asistencia de sus maltratados soldados: que es cierto que primero perecieran a sus lados, que mostrarse cobardes y temerosos en semejantes ocasiones, si fuesen bien queridos y con amor respetados por corteses y agradables. Y para ejemplo de los que profesan el militar ejercicio, referiré lo que le sucedió al maestro de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda, que en su vida dijo una mala palabra al mas mínimo soldado, en cuarenta años que militó en esta guerra de Chille, ni en su boca se halló jamás un juramento, ni otras imperfecciones que en la milicia se suelen tener por gala; pacífico y agradable con los pobres, siendo para ellos su casa una despensa y botica, bien al contrario de lo que se acostumbra entre algunos ministros superiores del ejército (no todos, que claro está que no han de ser iguales los que gobiernan), que el que no trata de pulpero para desnudar al soldado y tener con que conservarse en el oficio, no le tienen por hombre al uso, en el cual no pudo entrar el maestro jeneral referido, porque en aquellos tiempos le solicitaban para el gobierno de las armas, y hoi procuran otros entrarse en él por sus dineros, o por otros respetos, con que el reino paga de contado estos excesos; y para prueba de lo