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HISTORIADORES DE CHILE.

y le pondré aquí en breves razones para norma y ejemplo de soldados, capitanes y oficiales. oh olup od noistintos a nos olidliges Ten Siendo capitan de caballos en tiempos bien trabajosos, pues de ordinario tenian con el enemigo encuentros y batallas campales; estando metido en una de estas con la espada en la mano batallando, reconoció entre sus soldados a uno que al embestir los demas siguiendo a su capitan, éste se quedaba atras sin llegar a medir su lanza con la del enemigo; que entre las excelencias que cuentan los antiguos de este valeroso capitan, es una el que estando peleando y entreverado con el enemigo, estaba tan entero y tan señor de sus sentidos y de sus acciones, como si estuviese en un jovial entretenimiento, y en ocasiones llamaba a cada soldado por su nombre, para que acudiese a donde le mandaba. Pues habiendo en esta ocasion alcanzado una victoria considerable, estando herido y los mas de sus soldados, volvió el rostro a todos ellos con grande agrado y alegría y les dijo, que no se prometia ménos que semejantes subcesos, teniendo a su lado tan valerosos soldados, y que habia gloriádose con extremo de haber visto y experimentado su valor, su puntualidad en acudir cada uno a lo que le tocaba y era de su obligacion, y al señor fulano (repitió, nombrando por su nombre al que se habia mostrado algo tímido), que entre los demas compañeros, sus brios y esforzados alientos me llevaron los ojos. En otra ocasion (que a cada paso se ofrecian) certificó este jeneral, que se habia aventajado a los demas con tanto esfuerzo y valor, que fué instrumento y causa su resolucion y atrevimiento a darle en aquel dia una gran victoria; que a esto obliga un capitan prudente al soldado mas mínimo y desdichado, alentado con corteses razones y agradables. ¡Cuán al reves de lo que sucede al que no sabe estimarlos! Varios subcesos prudentes como valerosos pudiera referir de este valeroso capitan; que cuando he visto en historias y en estampas por insignes hombres a muchos que en su vida pusieron los piés en las fronteras, y a otros que tasadamente entraron cuando salieron de ellas, bien pudiera explayarme con razon y justicia (sin parecer apasionado) en significar hazañas, victorias y prodijiosos subeesos del maestro de campo jeneral Alvaro Nuñez de Pineda, mi padre, quien mereció eternizar su nombre entre estos bárbaros infieles, que hasta hoi le respetan con asombro, por experiencias los antiguos, y por tradiciones los noveles. Y no fué de las menores dichas que tuve, el ser conocido por hijo suyo, que aunque algunas parcialidades con extremo solicitaron quitarme la vida, no se atrevia ninguna a que en sus tierras o distrito me privasen de ella, porque pasó palabra entre ellos que adondequiera que yo muriese por hijo de Alvaro, habia de asolar y abrasar aquella jurisdiccion, y volver sus polvos en cenizas. Prosigamos ahora con la materia principiada del ayuno de los pobres soldados (comiendo mal y vistiendo peor), sin las demas desdi. chas y penalidades que habemos referido, con desprecios, injurias y abatimientos. Si estos los tolerasen y sufriesen con paciencia, y