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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

holeng veinte y treinta hombres, y de invierno con licencias mas de ciento (y no me alargo), y se dilatan cuando ménos cinco y seis meses; sus raciones ¿quién las come? Porque todos se quejan en volviendo, o los mas, que no se las dan ni quieren. De esta suerte está el soldado toda la vida muerto de hambre; con que dice bien, que harto ayuna quien mal come, y por otra parte desnudo, sin esperanzas de que los tiempos se mejoren, porque van de mal en peor, porque por adonde unos caminan, van otros con mas fuerza y mas anhelo. La rectitud y celo de los ministros, la puntualidad que muestran en las cobranzas de rezagos y alcabalas, propuse manifestar tambien en el capítulo antecedente, y ponderando algunos excesos digo así: ¿No es cosa recia y inhumanidad conocida, que una pobre mujer viuda, desamparada y sola esté en una quebrada lóbrega y triste con una docena de hijuelos desnudos y sin camisas, sin tener tratos ni contratos, ni ventas ni compras, y a esta desdichada la vayan a buscar a su rincon para sacarle cuatro ovejas o cabras que para su sustento y el de su familia está personalmente criando, y en la campaña, expuesta a los rigores del tiempo, pastoreándolas, por decir que la ciudad, o el cabildo por ella, se compuso con el Rei, y que rata por cantidad le toca cada año a esta pobre mujer el pagar tantos pesos de alcabala de lo que no vende ni compra, sino es de lo que su sudor y trabajo le daba para comer? Y ha acontecido llegar los cobradores, receptores y ministros de estos derechos con tanta riguridad a estas pobres chozas, que las han dejado limpias de cuatro trapos que tenian para cubrir sus carnes, no contentándose con llevarles las cabras y ovejas, con que ella y sus hijos se sustentaban bien escasamente. Que el que tiene caudal suficiente para tratar y contratar, comprar y vender, pague lo que le toca de derechos reales, es mui puesto en razon; pero si en estas composiciones, porque el rico no pague tanto en la prorata, cargan la mano a estas pobres desdichadas, y les quitan lo poco que tienen para su sustento, porque el soberbio rico no menoscabe su hacienda, no hallo que sea razon, cristiandad ni lei. Pues esto ha sido corriente y mui ordinario en este reino, y estos recetores y ministros se han tenido y se tienen por legales, ajustados y celosos de la hacienda real, como si el intento de nuestro Rei y señor no fuese encaminado mas a la conservacion y aumento de sus leales vasallos y dilatacion de sus reinos, que a lo que tiran semejantes ministros; que si el pobre debe cuatro, han de cobrarle seis los recetores alcabaleros, porque dicen que su trabajo personal se les debe satisfacer y pagar, como si S. M. no les señalase un tanto para su salario y sueldo. Y con este pretexto, dejan una pobre quebrada desierta, y a sus habitadores clamando al cielo y pidiendo justicia; con que en cada dia se halla en peor estado este miserable reino, porque no atienden los ministros al bien comun, al aumento ni conservacion de los reinos y provincias del Rei N. S. A este propósito se me vino a la memoria lo que notó San Agustin de aquellos dos legales y honrados minis-