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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

descanso, sin riesgos conocidos de la vida, juzgando a lo largo y de léjos las acciones de los que la oponen al peligro, y aun temerariamente censurándolas. De esta suerte se menoscaban los reinos, se pierden las ciudades, se enflaquecen las fronteras, se empobrecen y aniquilan los leales vasallos de S. M.; porque ya son consejeros todos, o lo quieren ser, todos letrados, todos oidores, todos escribanos, procuradores, receptores, alguaciles y ministros de estos tribunales, que la muchedumbre de ellos y la abundancia de jueces y abogados es la polilla y carcoma de nuestra monarquía cristiana; porque todos estos se sustentan con el sudor y sangre de los pobres vasallos de el Rei N. S. Y fuera de mucha importancia reformar y quitar gran parte de ellos, porque la justicia ménos se consigue y alcanza en tribunales copiosos de jueces, que en los que asisten pocos, y limitados juzgan: díjolo experimentado Bobadilla, con estas palabras: adónde jamas (dice) se han conocido ni visto tantos tribunales, y ménos justicia? adónde tantos senadores, jueces, consejeros y oidores, y ménos cuidado de la república? y otras razones mas sentidas y fervorosas que se podrán ver en el lugar citado. A intento el obispo Simancas pronunció estas razones por la muchedumbre innovacion de ministros y jueces se destruyen y postran por el y suelo las ciudades y repúblicas. Bien se ha experimentado esta verdad en Chille, pues lo han padecido sus fronteras, por haber habido gobernador que en cuatro años de su gobierno por sus particulares intereses proveyó el oficio de maestro de campo jeneral seis veces, cuando en otros tiempos un maestro de campo bastaba para cuatro gobernadores, porque no cuidaban mas que del servicio de S. M., bien y aumento del reino, sin atender a las propias conveniencias, que son las que perturban las públicas atenciones; que como dijo Pedro Gregorio, gran letrado, por la mayor parte de los que gobiernan, son cudiciosos y avaros, habiendo reprobado ántes la muchedumbre de jueces, majistrados y oidores. Con irémos acortando este capítulo por no parecer apasionado, que campo se me habia ofrecido en que explayar el discurso y no quedar corto en lo que tantos sabios doctores se han dilatado, aunque en vano, pues vemos que siempre va a mas este contajioso achaque. Solo para confirmacion de lo dicho y crédito de mi pensar, referiré lo que un historiador de las Indias nos asegura, que nuestros Católi— cos Reyes y señores al principio de esta conquista tuvieron previstos estos miserabies tiempos, pues ordenaron, no una, sino es repetidas veces, que no pasasen a estas partes letrados ni abogados de pleitos, porque se orijinarian muchos con uno que pasase: así lo dijo el ilustrísimo Villarroel, y trae las palabras del autor, que dicen, que sin estos letrados y abogados antiguamente las ciudades fueron felices, y las por venir lo fueran si la muchedumbre de estos no estuviese apoderada de nuestra real monarquía y armada de punta en blanco contra los que se ocupan en servir al Rei N. S. en sus ejércitos, pues hacen burla y chanza de ellos; con que a pocos años se ha de ver nuestra real corona indefensa, solo con audiencias, letrados, abogados y ministros de estos tribunales, des 51 que