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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

liguan Top. tierras, con mui poca resistencia nos sujetamos a ellos; y verdaderamente que con amor y buena voluntad los servíamos, porque su traje y natural adorno nos llevaba la vista, y aun a imitarlos concitaba nuestros deseos (y es así verdad, que con afecto grande se inclinan a la vestidura y traje de los españoles, pues los que pueden usarle, no lo excusan), y por no haber tambien a los principios manifestado el veneno ponzoñoso de la infernal cudicia que en sus pechos traian encubierta, como despues lo hicieron, dándonos bien en que entender, con trabajos intolerables y pensiones insufribles, que eran mas para consumirnos y acabarnos miserablemente, que para conservarnos en paz, quietud ni descanso. Y lo mas incomportable y penoso a nuestras vidas, era el no poder gozar libremente de nuestros hijos y mujeres, porque de ellos y de ellas se servian con la mesma opresion que pudieran hacerlo de esclavos conocidos y feriados. Estos patentes y ordinarios trabajos y tratos fué los que experimentamos estando debajo de la sujecion de los españoles; estas son las medras que tuvimos, estas las conveniencias que gozamos, y estas las prerogativas y honores que adquirimos. Despues que cojimos las armas en las manos y nos opusimos al rigor insano de estas fieras, ¿qué fué el galardon y premio que alcanzamos? qué la victoria honrosa que tuvimos? Yo os lo diré en breves razones (dijo el viejo): destruimos y abrasamos las ciudades de Valdivia, la de Osorno, Villarica, Engol y las demas que nos oprimian, y desembarazamos de enemigos tiranos nuestras tierras; la pesada carga que nos aflijia y atormentaba, echamos de nosotros; y de un cautiverio penoso nos libramos; con cuya resolucion mas que atrevida gozamos libres hoi de nuestras mujeres, y asistentes tenemos nuestros hijos, y en nuestras casas vivimos consolados. Este es el trueque y cambio que hicieron nuestras manos, esta la diferencia que tenemos, y pues son nuestras conveniencias conocidas despues que manijamos nuestras armas, ninguno se sujete a servidumbre, y aunque no quede mas que un indio solamente, muera en su tierra con la lanza y la flecha en las manos. Este fué el sermon, esta la plática y razonamiento exhortativo del anciano prudente, a quien todos al último brindaron y dieron honrosos parabienes, rindiéndole las gracias como a padre y amparo de la patria; que el fervor y la enerjía y solidez en las palabras, son las que llevan y arrastran los sentidos y granjean honores con aplausos. Y como dice San Agustin: ¿qué importa que se tenga una llave de oro guarnecida, si con ella no se abren las puertas que se desean? pues una de palo y de materia mas humilde será de mayor importancia y utilidad si las puertas mas cerradas con facilidad las abre. Esto es como si dijiese: ¿qué importa que el predicador encrespe y pula su lenguaje, si con él no abre las puertas del corazon obstinado y empedernido, para que entre en él la divina palabra y obre saludables efectos en el alma? Con esto principiaron los tamboriles con otros instrumentos de alegría a dar bastantes muestras de contento, pues ocuparon y saltaron toda la noche en comer y beber, cantar y bailar, con grande regocijo.