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HISTORIADORES DE CHILE.

los forasteros con los ciudadanos naturales: y verdaderamente que los mas que han venido a gobernar este remoto reino, parece que lo han sido, pues le tienen en tan miserable estado como en el que hoi se halla. Y como en otra parte tengo dudado, no deben de llegar a la presencia del Rei N. S. ni a sus oidos, las relaciones verdaderas de las ruinas y pérdidas de nuestras fronteras, que fuera mui posible que informado del perverso stilo de gobierno que algunos sus ministros han tenido, como universal monarca y amparo de sus reinos se doliese y lastimase de ellos, y como sabio y prudente médico aplicase remedio a sus dolencias, trocando medicinas; que tal vez al natural mas firme suele vencer el arte con industria, como lo enseñó experimentado un médico: loving -noil slierin bug Quam melius medici, qui quo nihil ante priora Profecisse vident, adhibent contraria, leges Decepti medicas artemque valere jubentes. El médico prudente Trueca las medicinas, Si el arte no aprovecha Cuando con él se aplican. ROUD MOTE M 100'ssa r sub omabeb Hot sinou os un al sup Y considerando que en tantos siglos como há que gobiernan a Chille forasteros (que es lo propio que enemigos, como queda probado) no ha tenido provecho ni utilidad alguna de este reino, ántes sí cada dia recrecerse los gastos de su real patrimonio y dilatarse mas la guerra; pudiera ser, como he dicho, que mudase rumbo, y trocando medicinas, fuese saludable ante todo para su patria algun natural experimentado hijo de ella, que no sin misterio grande mandó Dios que no se pudiese nombrar rei o superior, sino fuese de entre los propios hermanos y compañeros. hat sivarti Cuando amenazó Dios a los de su pueblo, entre los castigos y plagas que les insinuó, fué decirles que se verian rejidos, que se verian gobernados de advenas y forasteros, y mas adelante dice, que pondrá sobre ellos una jente venida de léjos y de los últimos fines de la tierra, para que los sujete y supedite. En cuyo lugar dijo el ilustrísimo Villarroel, que era miserable y desdichada la tierra a quien pertenecian y le tocaban semejantes amenazas. Grandes deben ser sin duda nuestras culpas, y nuestros delitos sin medida, pues se experimentan en nosotros los castigos de Dios N. S. dedicados para los transgresores de su divina lei; y verdaderamente que lo somos porque no sabemos conocer ni confesar nuestras culpas, como uno de los Macabeos, que decia: nosotros padecemos justamente por nosotros mesmos, que pecamos contra nuestro Dios y Señor y cuando llegamos a conocer nuestros deli-, tos y confesarlos, de culpados y reos nos hacemos justos, como lo dijo San Ambrosio sobre el ps. 118, núm. 67. Y por este defecto, que lo es grande, somos castigados rigurosamente; porque ¿qué ma-