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HISTORIADORES DE CHILE.

me pareció conveniente, para mi mayor crédito y opinion (que mediante el favor divino, le adquirí de ajustado y en mis acciones medido), decirle al buen viejo lo que pocos dias antes habia descubierto y averiguado en una junta de cavas, que es cuando se congregan los que son vecinos comarcanos para con toda brevedad concluir con sus chacras y sementeras; y por no dilatarme en las circunstancias del subceso, referiré solamente lo mas esencial y lo que al intento es mas ajustado. Estaba en casa de este cacique una muchacha de mui buen parecer, casada con un hijo suyo que andaba con la salud a pleito, de tal suerte que a mas andar se iba secando y consumiendo: esta chinuela, habiendo reconocido en mí, cuando a solas me hablaba, que no la respondia y de su presencia al instanse me apartaba por el recelo con que vivia por no ser visto ni aun imajinado en semejantes actos, dió en publicar entre las demas mujeres de que me habia hallado a solas con una hija del mesmo cacique, suegro suyo y huésped mio, que por haberse disgustado la moza con el marido, se habia vuelto a casa de su padre y estaba como divorciada, puesto que el marido no queria volver por ella, ni ella tenia gusto de estar en su compañía. A ésta, es verdad que comunicaba con la compostura que mi profesion y estado requeria, por haberla mandado su padre luego que llegué a su casa, que me sirviese y cuidase de darme de almorzar a las horas que yo quisiera, y de hacerme la cama y tenerla limpia tambien, y de lo demas que yo la mandase; mas, nunca fué la comunicacion tan estrecha y amorosa como significó la indiezuela a las demas sus compañeras, que picada o corrida de mi descortesía o desden, quiso deslustrar el crédito y buen nombre que en aquellos naturales habia adquirido. Estando pues, como he significado, en buena conversacion con el cacique mi huésped, le dí mi queja y manifesté el sentimiento con que me hallaba de que aquella muchacha nuera suya, sin fundamento alguno, hubiese divulgado en todo nuestro distrito lo que he referido, y que ya en todos los ranchos entre las mujeres hablaban descocadamente de esta materia, que por pública y bien parlada, tenia por sin duda que habia de llegar a su noticia, sino es que la tuviese ya por lo corriente; a cuya causa me habia parecido suplicarle con todo rendimiento y amor, que se sirviese de enviarme a casa de mi amigo Quilalebo, miéntras venia nuestro mensajero Mollbunante, porque sentiria en extremo llegar a entender que por mi causa tenia disgusto ni pesar alguno, ni que otras personas entendiesen tampoco que a mí me faltaba el conocimiento del respeto y reverencia que a su casa debia, y al amor y voluntad con que me habia tratado en ella. Acabadas estas razones, me respondió el buen viejo mui sentido las siguientes: mui mal pagais, capitan, mi conocida afeccion, y no correspondeis a vuestras obligaciones, ni al respeto y cortesía con que os he procurado servir y regalar despues que asistis en esta pobre choza. Cierto de verdad que cuando le oí estas palabras tan sentidas y