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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

por sus dineros o por otras dependencias, y los expertos ancianos abatidos y arrinconados, y aun expelidos de sus patrias; mercaderes y pulperos capitanes, y los soldados a la contra, aunque a estos no los culpo, porque han visto que al cabo de veinte y de treinta años de servicios, no hai quien les dé del pié, ni se acuerde de mirarles, y en adquiriendo algun caudal de cualquiera suerte que sea, son solicitados, así se arriman a tratantes [sic]. A los caballeros corteses, nada entremetidos, nada lisonjeros ni aduladores, que habian de ser los padres de las repúblicas y el amparo de ellas, los tienen como a extraños, y de sus debidos asientos 12 excluidos, y asentados en ellos a los tiranos forasteros no conocidos; los que ayer fueron criados, ya son señores absolutos, los señores lejítimos hechos siervos y criados; los que eran oficiales de la aguja, y BOL los vimos asentados en banquetas, ocupan ya las jinetas y las sillas de cabildos; los que estaban detras de mostradores y cargando petacas por las calles, hoi son los que gobiernan tribunales, y como dijo Lira, los hombres defectuosos hoi son ensalzados y subidos, y los nobles, virtuosos y dignos son deshonrados y expelidos: finalmente, no vió tanto el sabio en aquellos tiempos, como en los presentes le admiraran. Porque no puede haber mayor perdicion en los gobiernos, principalmente en los de guerra, que entrarse algunos en jurisdicciones ajenas, y los oficiales en diferentes oficios que no han aprendido. Cada uno viva en la esfera que le toca, y goce de la fortuna o suerte que le cupo: así lo sintió Ovidio: Load Momsre Crede mihi: bene qui latuit, bene vixit, et intra Fortunam debet quisque manere suam. tyr Qué sosegado vivió El que se supo esconder, Sin quererse entremeter En lo que no le importó. De su esfera no salió Conservando bien el juicio, Por no violentar el quicio De la puerta que cerró. El que supo ocultarse y esconderse, esto es, el que se tuvo en el lugar que le cupo, dice Ovidio que vivió bien; porque cada uno no debe salir de los límites de su esfera. Y aun los sentidos que nos acompañan, si se entran en oficio ajeno tienen de contado su merecido castigo; así le sucedió a nuestra primera madre; vió la mujer (dice el texto) que era bueno el árbol, o fruta vedada, para comer de ella; en cuyo lugar dijo Oleastro: aun no habia cojido el gusto de la fruta, y solo con la vista juzgó de su sabor, y aprobó su dulzura y su bondad, no sabiendo que tal vez engaña la vista, y lo que es ágrio y desabrido, le parece sabroso y deleitable; quiso meterse el sentido de la vista en lo que le tocaba al gusto; salió de su lugar y de su esfera, y pagó de contado su delito Eva, y encartados en