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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

sujeta al mal está como la hacen; que la virtud es la que fortalece, hace cautos y prudentes. Y para prueba de mi intento, que no ha sido encaminado a deslustrar el comun de la naturaleza femínea, diré lo que Orijines en su alabanza dijo: ¿qué hai mas que decir (son sus palabras) si leemos que Débora, mujer profética y consorte de Lapidoh, gobernaba el pueblo de Israel? y pasa mas adelante diciendo, que adonde habia tantos y tan ilustres varones y doctos jueces, no se dijo de ninguno que tuviese el don de profecía, como le tuvo Débora; que esto puede servir de gran consuelo a las mujeres, y que entiendan que la diversidad del sexo no hace profetas, sino es la puridad del entendimiento y la limpieza del alma. Y para mayor los y alabanza de este sexo baste decir, que fué formado de mejor materia que el hombre, porque Adan, nuestro primer padre, del cieno de la tierra tuvo su principio, y Eva, nuestra madre, de la costilla del varon; no digamos en ocasion que vamos alabando a las mujeres, que fué darle un hueso a Adan para que royese con harta pesadumbre de todo el jénero humano; mas dice San Dionisio Cartuciense que fué por honrar el sexo femenino, y porque el Omnipotente Criador tuvo previsto el encarnar y humanarse en él, y así le hizo de mejor materia. Y daré fin a este capítulo con lo que dijo Theodoreto, en el lugar antecedente, de la profetisa Débora. Yo juzgo (dice este doctor) que a esta mujer se le fué concedido el don de la profecía para afrenta y defensa de los varones que asistian en Israel, porque ninguno de ellos se halló digno ni merecedor de la gracia del Spíritu Santo, y esta sola entre tantos la supo merecer y adquirir. Con que habemos puesto fin a nuestro intento y dado a entender a las mujeres, que no son las buenas, ni las de escojidos naturales, las pesadas, las onerosas, ni las que dan ocasion a hablar mal de sus acciones; ni tampoco podrémos dejar de decir, que las que son aviesas y [de] mal encaminadas costumbres, no pueden dejar de ser molestas, perjudiciales y dañosas, sin que en ellas pueda tener lugar el don de la profecía por gracia del Spíritu Santo.

CAPITULO IX.

De como volvió el mensajero Mollbunante de la tierra de españoles, y fué a casa de Tureupillan por mí para llevarme a los nuestros, y de la oracion que hice a Dios N. S. en accion de gracias. Al cabo de algunos dias, que no se pasaron muchos del término señalado por nuestro embajador Mollbunante, llegó a nuestra habitacion acompañado de diez o doce amigos comarcanos, deudos y parientes suyos y de los caciques presos por quienes me habia yo de rescatar: y esto fué al amanecer, a los veinte y cuatro de noviembre, víspera de Santa Cathalina, vírjen y mártir, y dia de San Chrisónogo mártir, cuyos dias son hasta hoi para mí de gran consuelo y de mi devocion, en memoria del gusto y regocijo que fué Dios servido de dar-