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HISTORIADORES DE CHILE.

tus acciones, y mira bien lo que haces; porque te juro y doi mi palabra, que si no sales a consolar tu ejército y a desmentir tu pesar y sentimiento con alegre semblante y placentero, que no ha de quedar esta noche persona que te acompañe ni de grado te asista. Estos son los ministros que deben estimar los superiores que gobiernan, y solicitar sus asistencias, para que con resoluciones amorosas les digan las verdades; y no a los aduladores insolentes, que de ordinario se visten de la color de los príncipes. Y desdichado aquel que los aplaude y placentero los oye, porque no tendrá jamas quien de lo cierto le alumbre, ni quien celoso le advierta; con que serán todos unos los que a su lado asistieren (como el sabio nos lo enseña). Obedeció el santo rei sin repugnancia alguna a su ministro, y salió a la puerta de la ciudad a recebir la jente de su ejército, con cuya accion pareció la multitud en la presencia de su natural señor con grande gusto y alegría: obediencia y rendimiento fué el de este gran monarca, que debe servir de norma y de un ejemplar mui vivo a los superiores cristianos cuando en semejantes ocasiones sus ministros se adelantan con celo pio y amoroso a decirles resueltos las verdades, aunque sea a costa de sus propias conveniencias y autoridades: como lo fué para nuestro gobernador, disimulando las razones pasadas de su ministro y capitan valeroso; con que cerrarémos nuestro capítulo. Y con él acabarémos el paréntesis, para salir en el que se sigue, de la isla y peligros en que quedamos.

CAPITULO IX.

En que se prosigue la derrota y salida de la isla en que quedamos; los peligros en que nos vimos esguazando el rio.

Habiéndonos amanecido en la referida isla con las penalidades y trabajos que pueden imajinarse, cansados de una noche oscura y tenebrosa, acompañada con copiosas y abundantes aguas despedidas del cielo con violencia, y de furiosos vientos sacudidas, mezcladas con relámpagos, rayos, truenos y granizos; siendo tan formidable a los mortales, que pareció desabrochar el firmamento sus mas ocultos senos y rincones; me trajeron a la memoria sus efectos lo que Ovidio y Virjilio describieron de otros semejantes temporales y borrascas:

Hinc tonat, hinc missis abrumpitur ignibus æther.

Y el heroico poeta los siguientes cantó con elocuencia:

Effusis imbribus atra

Tempestas sine more furit, tronituque tremescunt
Ardua terrarum et campi, ruit æthere toto.
Turbidus imber aqua densisque nigerrimus Austris.

Rasgado está el firmamento
Despidiendo espesos rayos,
Y la tierra con desmayos