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HISTORIADORES DE CHILE.

Y volviendo a mi oracion, acabaré con lo tercero que alienta mi esperanza, y lo mas eficaz para mis súplicas, que es tener por sin duda el auxilio y proteccion de la que se precia ser amparo y madre piadosa de pecadores, la Vírjen santísima del Pópulo, Señora nuestra, cuya imájen desde mis tiernos años fué de mi devocion el principal asunto, con un particular modo de respeto, de temor y reverencia, que pudo compelerme como a niño y encaminar mis afectos a esculpir en mi alma su bien delineado dibujo en su retrato, y dar al verdadero la adoracion debida, como lo he continuado desde aquel tiempo; que por no ser la causa ordinaria, ni el fundamento que me movió a esta santa devocion, referiré en breve mi suceso en el siguiente capítulo.meb

CAPITULO X.

ob cok(1) soloibri edi sturtu En que se manifiesta de la suerte que en mis tiernos años adquirí la devocion de esta gran Señora del Pópulo, y en que se prosigue y acaba la principiada oracion en el atrasado capítulo. A Estando gobernando los estados de Arauco de maestro de campo jeneral mi padre (que Dios tenga en su gloria), me hizo llevar a ellos luego que quedé sin madre, como queda a los principios manifiesto, y fuí de tan pocos años, que apenas tendria siete. Entróme en el convento o casa de residencia que allí tenian los padres de la compañía de Jesus (dejo otras circunstancias que pasaron, y voi al punto de lo que he propuesto), y al cabo de algunos dias que empecé a perder el miedo a los benditos padres que allí estaban (que así los puedo llamar, porque fueron conocidos por siervos de Dios, que eran los venerables padres Rodrigo Vasquez y Agustin de Villaza), entraba y salia sin temor alguno a sus celdas y a los demas rincones de la casa, aunque a la iglesia con algun recelo, porque estaba en ella una imájen de la Vírjen Santísima del Pópulo, en un lienzo pintada con tal perfeccion y arte, que luego que se entraba por la puerta, ponia los ojos fijos y miraba a todos de hito en hito. Un dia sobre tarde, con otros compañeros niños que allí asistian, concertamos entrar a la iglesia a ver a la Señora, que miraba a cada uno con notable admiracion nuestra. Hicímoslo así y con temor mas que reverencia nos hincamos de rodillas enfrente del altar adonde estaba, y aunque divididos los unos de los otros nos pusimos, a un tiempo a todos nos miraba cuidadosa y atenta, y con admiraciones decíamos los unos a los otros: a mí me está mirando con sus serenos ojos, fijos en los mios; y de esta suerte anduvimos mudando lugares, y siempre sus hermosas luces tras nosotros. Yo, pues, con mas curiosidad que mis compañeros, me fuí a los rincones de la iglesia, de adonde me asomaba poco a poco, y al punto que llegaba a descubrir su sereno rostro hermoso y grave, sobre mí puestos hallaba sus lucientes ojos. Volví a hacer otra prueba de muchacho, que me pareció imposible que en el lugar que me puse pudiese mirarme, y fué entrarme debajo de un escaño que para asentarse en él estaba en la capilla mayor con otros banBorn otroimney asyled