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HISTORIADORES DE CHILE.

ningunas, pues al entrar en ellas nos arrebataron de tal suerte y con tanta velocidad, que en mui breve tiempo nos desparecimos los unos de los otros, y tan turbado mi ánimo y spíritu, que no supe si estaba en el agua, en el cielo o en la tierra: solo cuidé de aferrarme en la silla o en el fuste lo mejor que pude, y de encomendarme a nuestro Dios y Señor con todas veras, y a la Vírjen Santísima del Pópulo, a quien desde mis tiernos años he tenido por devota, por mi amparo y abogada; y repitiendo su dulce himno de Ave maris stela, cuando llegaba a aquellas amorosas palabras de monstra te esse matrem, eran con tantos suspiros y sollozos y lágrimas que ya no cuidaba de mi vida, sino era solo de volver los ojos al cielo y de pedir perdon de mis culpas al Señor de todo lo criado.

En medio de estas tribulaciones y congojas, me vi tres o cuatro veces fuera de la silla y sin el arrimo del caballo, y levantando las manos al cielo y los ojos del alma con afecto, cuando ménos pensaba me volvia a hallar sobre él y apoderado del fuste; porque la fuerza de la corriente era tan veloz y precipitada, que no sabré significar ni decir de la suerte que me sacó el caballo a la otra banda del rio, cuando a los demas que juntamente se echaron con nosotros, se los llevó mas de tres cuadras abajo de adonde salimos el otro soldado mi compañero y yo, con otro indio que se halló en un alentado caballo.

Cuando me vi fuera de aquel tan conocido peligro de la vida (que aun en la sangrienta batalla no tuve tanto recelo ni temor a la muerte), no cesaba de dar infinitas gracias a nuestro Dios y Señor por haberme sacado con bien de un tan rápido elemento, adonde con ser hijos del agua estos naturales, se ahogaron de ellos dos, y los demas salieron por una parte sus caballos y ellos por otra.

Cuando el soldado mi compañero consideró que estaban de nosotros mas de tres cuadras los indios el rio abajo, despues de haberme sacado de diestro el caballo en que venia, de una grande barranca que amurallaba sus orillas, me dijo determinado: señor capitan, esta es buena ocasion de librarnos y de excusar experiencias de mayores riesgos, y pues se nos ha venido a las manos, no será razon que la perdamos; porque estos enemigos no pueden salir tan presto del peligro y riesgo en que se hallan, y en el entretanto podemos ganar tierra, de manera que por poca ventaja que les llevemos no se han de atrever a seguir nuestras pisadas, por el recelo que tienen de que los nuestros hayan venido en sus alcances hasta estas riberas, pues todavía son tierras nuestras. El pensamiento no fué mal encaminado, y a los primeros lances su resolucion me pareció acertada, y aunque se me vino a la memoria lo que el Eclesiástico nos aconseja y lo que nos cuenta Ausonio, que la ocasion la finjieron y pintaron los antiguos diosa, y en su misteriosa figura la adoraban poniéndola sobre una rueda que continuamente se movia, con alas en los piés para significar la lijereza con que pasa: traia el rostro cubierto con el cabello largo, que por delante le tenia mui poblado y tendido para darnos a entender que cuando a nosotros