Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/51

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
37
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

se viene acercando no se puede conocer, y estando presente se halla de adonde asirla y bien en que echar la mano, y por la posterior parte de la cabeza estaba calva y sin pelo alguno para que entendamos que cuando vuelve las espaldas no tenemos de que poder aprehenderla, para que no se nos vaya: y con tener presentes estos ejemplares, me acobardaron grandemente los discursos que hice sosegado; lo uno principalmente fué, haber salido del agua tan helado y frio, que no podia ser dueño de mis acciones, ni de mover los piés ni las manos para cosa alguna, por haberme arrojado al rio solo con la camisa, y era tanto el rocio helado que del cielo nos caia, movido de una travesía helada y penetrante, que cuando llegué a la orilla fué tan sin fuerzas, tan yerto y tan cortado que para haber de subir a lo alto de la barranca (como queda dicho) fué necesario que mi compañero el soldado me sacase de diestro y tirándome el caballo; lo otro, consideré que el indio que salió juntamente con nosotros, estaba a la mira y alerta a nuestras razones, y con la lanza en la mano, que a cualquier movimiento que quisiéramos hacer para nuestras tierras, habia de seguirnos, y dándonos alcance, peligrar las vidas. Y habiéndole significado a mi compañero todos estos peligros y conocidas dificultades, se mostró tan alentado que me respondió, no me diese cuidado, que él se allegaria a él mui poco a poco y le quitaria la lanza y el caballo, dejándolo muerto. Y pareciéndome lo que él proponia dificultoso, no permití lo pusiese en ejecucion, porque el indio, aunque no entendia lo que hablábamos, nos miraba con gran cuidado porque nos vió en secreto razonando. Yo le consolé diciendo: amigo y compañero en mis trabajos, no faltará mas segura ocasion en que nos podamos ver libres de estas penalidades y desdichas, que pues Dios, nuestro Señor, ha sido servido de habernos librado de tantos riesgos de la vida en que nos habemos visto, y sacado con bien de este raudal horrendo, ha de permitir su divina Majestad por su gran misericordia, que con mas seguridad y gusto nos veamos en descanso entre los nuestros.

Estando en estas pláticas, en que se pasó un gran cuarto de hora, vimos venir para nosotros un indio que habia salido a nado, como los demas, sin su caballo por habérsele ahogado; a quien preguntamos por nuestros amos, si acaso los habian visto fuera del rio: y nos respondió, que mi amo juzgaba haberse ahogado, porque vió ir dos indios muertos la corriente abajo. Dióme grandísimo cuidado haberle oido tal razon, considerando pudiera haber algunas diferencias entre ellos por quién habia de ser el dueño de mi persona, y entre estas controversias quitarme la vida, que era lo mas factible, porque no quedasen agraviados los unos ni los otros. Con estas consideraciones fuimos el rio abajo caminando en demanda de nuestros amos, por donde encontramos otro indio que nos dió razon de que iban saliendo algunos, y de que mi amo habia aportado a una isla pequeña, adonde estaba disponiendo su caballo para arrojarse tras él a nado. Fuimos caminando con este aviso, y a poco trecho le divisamos en la isla con otros compañeros que habian