Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/514

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
500
HISTORIADORES DE CHILE.

y llevando con sufrimiento y paciencia las dilaciones del que ha de dar lo que pedimos; porque el que llamare a sus puertas una vez solamente y no fuere oido ni escuchado, y se indignare, o se cansare por esto, no es suplicante éste, sino es majestuoso ejecutor de lo que pide, y cobrador imperioso de lo que no le toca. Humildes y contínuos a las puertas del cielo nos hallábamos con rendimientos postrados y con nuestras repetidas oraciones, porque de la condicion de Dios y de su natural sabemos que no puede negar lo que pedimos, si en sus umbrales somos asistentes, pues nos manda que lo seamos, si queremos alcanzar sus bendiciones. Entramos en el rancho todos juntos a los primeros rayos de la aurora, adonde las mujeres de Mollbunante tenian bien dispuestos los fogones, y a los recien venidos con la presa del soldado que deseábamos, brindamos con dos cántaras de chicha, y dieron de almorzar aquellas horas, con que despues volvimos a dar al pasado sueño rienda suelta. Recordamos los unos y los otros mui cerca de medio dia, y como nuestro nuncio Mollbunante estaba cuidadoso de no faltar del plazo señalado, dispuso que comiésemos temprano por dar lugar al parlamento que habian de hacer a mi despedida los caciques; y por no dilatarme en repetidas cerimonias, darémos por despedidos los amigos, y predicados sus sermones y pláticas, encaminadas a lo que los de la Imperial se enderezaron, poniéndome por delante el agradecimiento que debia tener a sus agasajos, que principalmente Maulican mi amo me los representó con justa causa, por haber contrastado con valor y esfuerzo con toda la parcialidad y distrito de la cordillera, y con otros comarcanos suyos, que con todo ahinco por diversos caminos solicitaron mi muerte. Esto fué en suma el fundamento de sus parlamentos. Con cuyos fines dimos principio a nuestro viaje, despedidos de nuestros amigos y comarcanos.

CAPITULO XIX.

De como salimos aquella noche con prevencion militar armados todos por lo que pu diera ofrecerse en el camino. Salimos para tierra de cristianos a los veinte y siete dias de noviembre año de 1629, al ponerse el sol; agregáronse al número que salimos de la Imperial, mas de cincuenta lanzas, con que fueron en mi compañía mas de ochenta indios, todos bien armados y resueltos a defenderme de los enemigos serranos; y aunque a mí me armaron con coselete y lanza, y a mi compañero de la propia suerte, para que nos defendiésemos y peleásemos contra nuestros adversarios, lo que teníamos dispuesto el soldado Diego Zenteno y yo era, que cuando llegase la ocasion de revolverse los unos con los otros (que rogábamos a Dios nuestro Señor que no llegase), procurásemos evadirnos de en medio del tropel de sus contiendas, y abrigarnos del bosque mas cercano, en el entretanto que