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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

ellos contendian. Marchamos toda la noche con los resplandores de la luna, a mui buen paso, con grande vijilancia y órden militar, echando por delante corredores lijeros, y por los costados y retaguardia de la mesma suerte, que fuesen explorando las montañas y los pasos mas ásperos y estrechos; y al descubrir el sol sus resplandores, que fué a los veinte y ocho del citado mes y año, nos hallamos mui cerca de Curaupe, un estero que llaman de los Sauces, adonde como a las ocho o nueve del dia allegamos con bien a refrescarnos y a dar algun alivio a los caballos, y aunque ya fuera estábamos de los caminos y pasos que nos causaban cuidados y recelos, con todo eso, nos ocultamos algo separados del camino, y sobre el árbol mas crecido y encumbrado pusieron su atalaya o centinela, para que a lo largo divisase los campos y avenidas y debajo de su cuidado y vijilancia estuviésemos asegurados. Ataron a sogas largas nuestras bestias a las orillas del estero, adonde nos pusimos algo separados del concurso y nos sitiamos Quilalebo, mi amigo y camarada, Mollbunante, el mensajero, y Diego Zenteno. Hice descargar el matalotaje que traia, de mui buenas empanadas y bollos de maiz, algunos pedazos de tocino, longanizas y carne de ternera y de carnero hecha fiambre, y algunos rosquetes de huevo, harina tostada de diferentes jéneros, y un zurron de frutilla seca, que hice guardar para comerla entre los nuestros, de la suerte que se aliñan las pasas ahogadas en buen vino, que así son de grande regalo y gusto; comimos entre todos los que se ballaron, que como aquella siguiente noche habíamos de amanecer en el fuerte y presidio del Nacimiento, adonde los caciques presos aguardaban su remedio y libertad con nuestra llegada, le dije a Quilalebo, convidásemos a todos nuestros aliados y digüeñes, que así llaman a los compañeros. Hízolo así mi amigo, y todos participaron de lo que comíamos, cual del pedazo de la empanada, cual de la longaniza, de la carne, de los bollos y rosquetes, y tras de esto, para refrescarnos, dimos tras las bolsas y talegas de harina tostada, que en unos vasos de madera de toros o de bueyes (que llaman guámparas) hicimos la bebida acostumbrada entre ellos, y aun entre nosotros los soldados mui bien recebida, porque los que tienen comodidad de mezclarla con azúcar, chocolate molido y canela, se hace una bebida sazonada, fresca, gustosa y de mucho sustento, principalmente para estos indios naturales, que para una jornada de quince o veinte dias no llevan mas sustento, que el bolsillo de harina a la gurupa, que desleida en sus guámparas con agua les sirve de vianda y de bebida. Despues de esto, mudaron al que estaba atalayando, y le dieron de comer como a los demas, con que quedamos debajo de la sombra a reposar la comida y a dar al fatigado cuerpo el alivio y descanso que la pasada noche nos debia, y los demas hicieron otro tanto adonde mas comodidad hallaron. A las seis de la tarde poco mas o menos tuvieron los caballos ensillados, y estando ya todo dispuesto y prevenido, me despertó mi amigo Quilalebo, mi compañero Diego Zenteno y