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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

ques, que todo cuanto yo pidiese y les mandase era forzoso hacerlo y ejecutarlo, porque a darme gusto estaban obligados; cuyas razones agradecimos todos con corteses palabras y abrazos amorosos, y despedidos, salieron a dormir entre los suyos. Entramos adentro de nuestra fortaleza despues de puesto el sol, y a rezar el rosario nos fuimos juntos a la iglesia; y despues de haberle acabado, llamé al vicario y con la mayor devocion que pude, confesé mis culpas y pecados, porque es la mayor lisonja y gloria mas agradable que podemos dar a Dios, y recompensa a sus favores mas ajustada: así lo dió a entender el sacerdote Esdras a los de Judá. Confesad vuestras culpas y daréis gloria al Señor (dijo); las alabanzas que dieron a Dios los tres mancebos que dentro de las llamas del horno de Babilonia se paseaban ilesos, eran las confesiones de sus culpas y delitos. En este lugar dijo San Crisóstomo: esta era la gloria que daban al Señor, confesar sus culpas y pecados, para que aunque sean millares y sin número, se juzgue fueron bastantemente castigados (dice este santo). Y San Gerónimo, sobre las palabras del profeta Osseas en el cap. 14 núm. 3 Reddemus vitulos, etc., dijo así: la pura confesion es para con Dios un sacrificio agradable, y los sacrificios de nuestros labios que dice el profeta, son, las confesiones puras que de nuestros delitos hacemos, con que aplacamos a Dios y le glorificamos. ČIADILI9a ¿he Notó las palabras del buen ladron estando al lado de J. C. crucificado el glorioso padre y gran doctor San Agustin, cuando dijo: nosotros justamente padecemos y recebimos el castigo digno a nuestras culpas; aquí la lumbrera de la iglesia dice: alabó a Dios en su propia acusacion, y en ella tuvo su mayor honra y gloria; poco importa alabar a Dios con la boca, si con el corazon faltamos de hacerlo. Por esta causa solicité cuidadoso limpiar el alma con la confesion de mis culpas, para que fuese el Señor glorificado y aceptas mis súplicas y oraciones en su tribunal santísimo.wib otten Salimos de la iglesia el cura y yo, despues de haber confesádose otros penitentes y rezado nuestras devociones, y hallamos al capitan, que nos aguardaba con la mesa puesta; con que nos asentamos a hacer colacion, y despues de otras circunstancias que dejo por no dilatarme, me llevó a la cama que me tenia dispuesta, mui limpia y aseada, por no haber llegado la mia ni la ropa que se aguardaba en el deseado barco; acostéme en ella dando infinitas gracias a mi Dios y Señor, porque me hallaba entre sábanas limpias y colchones, que verdaderamente los extrañé por algunos dias; y si va a decir con puridad lo que siento, aquella primera noche, aunque venia del camino fatigado, no pude dar al sueño rienda suelta, porque lo mas de ella se me pasó en dar vueltas a menudo sin poder hallar sosiego en parte alguna, porque a los pellejos y mala frezadilla estaba ya acostumbrado el cuerpo. Amaneció otro dia, que fué el del señor San Andres, entre nublado el cielo y entre claro; y al dar los buenos dias a su capitan el sarjento de la guardia, y de lo que en ella habia de nuevo, le oí decir que corria