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HISTORIADORES DE CHILE.

norte picante y claro, que era lo que habíamos menester para que el barco subiese rio arriba; consoléme infinito y dí los buenos dias al capitan desde la cama, quien me correspondió desde la suya diciendo, que por juzgarme reposando todavía, no me los habia enviado a dar con el sarjento, que luego fué a darme parte del tiempo que corria, porque le deseábamos con extremo. Signifiqué al sarjento y a nuestro huésped el desasosiego grande que aquella noche tuve, por haber extrañado la regalada cama, a cuya causa me estaba ya vistiendo al salir el sol; causóles mucha risa mi desvelo, y el haber desconocido los colchones, y echado ménos el humilde lecho que en mi cautiverio me servia: levantéme con bien y con algun gusto de ver que soplaba el norte apresurado, porque sin duda le esperaba el barco; salí a la plaza de armas de mañana y encaminé mis pasos a la iglesia para dar gracias a mi Dios y pedirle encarecidamente, por medio del glorioso santo y apóstol San Andres (cuyo dia celebrábamos), la venida del barco y el dilatarse los caciques para el rescate de mi compañero, porque a gran priesa estaban ensillando sus caballos. En este tiempo se levantaron de las camas el cabo y capitan del fuerte, el cura y vicario, el capitan Marcos Chavari, el alférez de la compañía y otros reformados de ella, que los unos y los otros fueron en mi demanda, y despues de haber hecho al altar el debido acatamiento, y orado en mi compañía un rato, me dieron aviso de como los indios trataban ya de hacer su viaje y llevarse consigo al pobre Diego Zenteno. Salimos afuera y por entre las estacas de la contramuralla hablamos a los caciques y les dimos a entender que Dios N. S. habia enviado el viento norte que corria, estando el cielo limpio, claro y apacible, para que con brevedad llegase el barco que tanto todos deseábamos; que por nuestra amistad se sirviesen aguardar hasta mediodia; que supuesto que no se habian de ir sin almorzar, que lo propio era dilatarse una o dos horas mas hasta comer a medio dia, y que en el entretanto íbamos a la iglesia à oir misa, y encomendar a Dios su buen despacho y el consuelo al camarada y aflijido soldado, que sus lágrimas y suspiros nos causaban dolor y grande sentimiento: quedaron de dar, aunque forzados, concediéndome el plazo que les pedí. aguar

CAPITULO XXI.

En que se trata de la celebracion del dia del señor San Andres, de la llegada del barco, y del buen despacho de los caciques y rescate de Diego Zenteno. na Con la palabra que nos dieron los caciques de aguardar hasta medio dia, nos fuimos a la iglesia a dar consuelo al spíritu, y a celebrar el dia del señor San Andres apóstol; volví a reconciliarme y encargué a nuestro cura que la misa fuese por mi intencion, cantada con las letanías de la Vírjen, que las cantaban aquellos pobres soldados escojidamente; recibí al Señor de lo criado con grande regocijo de mi alma,