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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

gamos que por habernos dilatado en nuestros devotos ejercicios, estarian a caballo, o a pique por lo menos de poner los piés en los estribos, los hallamos sosegados en diferentes fogones almorzando, y los caciques durmiendo a la sombra de unos árboles frutales que afuera de los muros estaban replantados: y dimos gracias a Dios N. S. de haber visto a los indios mas despacio y con mas sosiego de lo que entendíamos, y el norte claro que firme continuaba. Hablamos con el soldado Diego Zenteno por entre las estacas de los muros, y dimos algun alivio a la afliccion y pena que tenia, con decirle las dilijencias que habíamos hecho con el Señor, que todo lo puede, para que los caciques no se apresurasen, y con toda brevedad llegase el barco. Estando en estas razones, nos divisaron los caciques, y al punto se allegaron a donde estábamos consolando a nuestro compañero lastimado y aflijido, que con sus lágrimas y suspiros nos causaba mayor dolor y lástima; arrimáronse a la estacada mis amigos, que fueron Quilalebo, Mollbunante y los caciques libertados Taigüelgüeno y Huechubilo y otros tres o cuatro, los cuales me representaron la fineza que por mi causa habian hecho, en haber aguardado todo un dia y mas en el que estaban hasta aquellas horas, y que ya no podian dilatar mas tiempo su viaje. Está mui bien lo que decis, respondí a Mollbunante, que fué el que me propuso estas razones, y le signifiqué con agradecimiento cuan agradecido me hallaba a sus acciones, y cuan deseoso de corresponder a ellas con algunos dones y regalos, para cuyo efecto les habia rogado que aguardasen al barco, que lo juzgaba mui cerca, porque le habia sido el viento favorable; pero que ya no tenia que pedirles ni suplicarles mas que una cosa, y era que miéntras entraban a comer un bocado en nuestra compañía, y a los demas enviásemos sus porciones, que enviasen a caballo dos o tres amigos mocetones a la punta del cerro que enfrente de nosotros poco mas de media legua se mostraba, de la cual divisarian el rio abajo mas de tres leguas, y si puestos en la cumbre no le descubriesen, al punto que ellos llegasen, pondrian en ejecucion sus intentos y darian principio a su viaje. Mui bien lo ha dispuesto el capitan, dijo mi amigo Quilalebo, que cuando de aquí no salgamos hasta la tarde, importa poco, pues de noche y con la luna ha de ser nuestra marcha mas segura. En esto convinieron todos y llamaron al instante tres mancebos de los mas dilijentes, y habiendo llegado a nuestra presencia, les rogamos que hiciesen con cuidado la dilijencia que entre los caciques habíamos comunicado. Dimos de almorzar y de beber a los espiadores, y de adonde estábamos les enseñalamos el cerro, de cuya eminencia habian de divisar el rio. Salieron los exploradores y entraron los caciques a ser nuestros convidados, y a los de afuera enviamos otro quintal de cecina, una fanega de pan y una botija de vino, y al atribulado cautivo enviamos de comer desde la mesa, aunque con el susto que le acompañaba, no podia pasar bocado.oup spat oldebrod net as des lisapt Asentamos a los caciques a la mesa, y los acompañamos entreverados los unos con los otros, entre el cura, el capitan y cabo, Márcos Chava-