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HISTORIADORES DE CHILE.

HISTORIADORES DE CHILE. S ri y yo; diéronnos de comer regaladamente, porque habia algunas mujeres en el presidio extremadas cocineras, y de frutas de sarten otras curiosas; brindamos a los caciques varias veces por ver si podíamos divertir algo sus apresurados intentos; comimos de diversos manjares con sosiego, con gusto, y con reposo mas que de usado por ir haciendo tiempo a que llegasen nuestros mensajeros, porque su dilacion no les fuese molesta ni penosa. En medio del placer y gusto que mostrábamos, nos tenian cuidadosos los espiadores y la posta que estaba en la garita con órden de darnos parte de las acciones que hiciesen nuestros nuncios cuando se divisasen en la cumbre del señalado cerro. Acabamos de comer y dimos gracias a Nuestro Señor por tantos beneficios como a manos llenas nos comunicaba, y habiendo encomendado a los circunstantes un paternoster y un Ave María por las ánimas del purgatorio, y el vicario ayudádonos con un responso, para que por intercesion de ellas fuese Dios servido de que con toda brevedad llegase el barco, que ansiosos deseábamos en comun, nos levantamos de la mesa diciendo a los caciques que habíamos encomendado a Dios su despacho y buen avio, que le tendrian a su gusto si aguardasen nuestra embarcacion y se dilatasen solo hasta la noche. Respondió Quilalebo (que era el que mas me deseaba dar gusto): pues tened por sin duda, capitan, que hasta esa hora le aguardarémos; y Mollbunante me aseguró lo propio, diciendo que con mi licencia al ponerse el sol habia de hacer su viaje. Sea mui en hora buena, respondí agradecido con extremo. Pues, apénas salimos a la plaza de armas y al fresco nos pusimos asentados, cuando el soldado de la garita dió voces a los de abajo, y dijo como nuestros exploradores estaban dando vueltas de escaramuza sobre el cerro. Buena señal, dijo Mollbunante, que sin duda han descubierto el barco. Quiéralo Dios así, dijimos todos; y con grande regocijo salimos a divisarlos por entre las estacas de la contra muralla, que por la parte de afuera estaba con los demas amigos el soldado Diego Zenteno algo consolado, por haber dicho todos que venia nuestra embarcacion, porque la seña que hicieron fué la que habia de ser en descubriéndole. Cuando llegamos a descubrir nuestras centinelas, venian ya bajando a mui buen paso la ladera, y ántes que llegasen a darnos parte de lo que habian visto, volvió a decir el que estaba de posta en la garita, que asomaba el barco por la punta del cerro, y a poco espacio le divisamos todos, y como el viento le era favorable, dentro de una hora dió fondo en el estero de Vergara, abajo de una loma o eminencia en que fundada estaba nuestra fortaleza; que puesta encima nuestra mosquetería de mampuesto se aseguraba la condicion dél, como lo dispuso el cabo en el entre tanto que se desembarcó todo lo que traia, y se subió arriba a los almacenes, y el barco quedó en el rio con su arraez y marineros, que con sus anclas dado fondo en medio del rio, quedaba del enemigo asegurado. Porque por aquella parte es tan hondable y peligroso, que desde que entran hasta que salen nadan los caballos, y con gran riesgo de ahogarse, como ha acontecido a muchos, a causa de que dicen viene mui