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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

caballos, al peso (sic) que mis cortas esperanzas minoraron, y crecieron mis males y tormentos con la presencia y vista de tantos fariseos hambrientos de nuestra sangre y vidas, y emponzoñados con la envidia de ver que a ninguno de los de sus parcialidades les hubiese cabido por suerte el llevarme preso y a su disposicion sujeto, habiendo ellos sido los que el gasto para el llamamiento hicieron, y para la comunicacion de la junta que en su entrada tuvo tan feliz acierto.

Mucho puede la envidia y se hace gran lugar en los corazones obstinados y dañados pechos, para tormento y castigo de sus perversos naturales, que los efectos que causa en sus amantes, es de suma alabanza en este vicio, como lo dijo agudamente el ilustrísimo Virraoel (sic) en sus comentarios sobre los Jueces: ¡gran desdicha y sobrada miseria es, que busque y apetezca el envidioso lo que le atormenta y mata! que se apure y fatigue con el bien ajeno! bastantemente muestra la soberbia y ambicion el miserable. Dijo San Valeriano, que son mas que miserables, pues traen consigo los envidiosos la pena de su pecado.

Bien manifestaron estos bárbaros la que con desmedida ira y rabia les roia el alma, siendo con extremo cudiciosos, pues les obliga a exponerse a cuantos peligros y riesgos de la vida pueden ponérseles delante, por adquirir la menor alhaja que tenemos, y andar de ordinario con las armas en las manos inquietos y desasosegados. Cada cual de estos caciques llegó a ofrecer .......................................................................... a su tierra. Grande fué el susto y pesar que recebí, cuando vi venir una procesion tumultuosa de demonios en demanda de nuestro alojamiento, con sus armas en las manos, y a un mozo pobre soldado, de los que llevaban cautivos, en medio de ellos, liadas para atras las manos, tirándole un indio de una soga que llevaba al cuello.

Llegaron de esta manera al ranchuelo que habitábamos, y aunque mi amo excusó salir dél conociendo la intencion con que venian, habiendo hecho alto todos juntos en un pradecillo que sobre una loma rasa era lo mas enjuto, fueron enviados dos de los mas principales a llamarle, que conmigo estaba dentro de la choza mostrando tanto pesar como el disgusto que a mí me acompañaba. Y como en las juntas de parlamentos no se puede excusar ninguno, que son a modo de consejos de guerra, le fué forzoso acudir al llamamiento y llevarme a su lado; adonde con harto dolor de mi alma fuí en su compañía, poniéndola bien con Dios y ajustándome a la obligacion de cristiano lo mejor que pude; y de verdad que en aquel trance estaba bastantemente animado a morir por la fee de nuestro Dios y Señor como valeroso mártir, juzgando en aquel tiempo que en odio de la fee sancta, obraban con nosotros sus inclemencias o rigurosos castigos, siendo así que no es esto lo que les llevaba a la ejecucion de sus acciones (como en su lugar lo darémos a entender.)

Seguimos a los dos caciques mensajeros y llegamos al lugar adonde nos aguardaban los demas ministros y soldados; y luego se fueron po-