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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

Porque al valor y al esfuerzo
Que le asiste lo agradable,
No há menester mas crisol
Para mostrar sus quilates.
Cautivo y preso me tienes
Por tu esfuerzo, no es dudable;
Mas con tu piadoso celo
Mas veces me aprisionaste.
Mas podré decir, que he sido
Feliz cautivo en hallarme
Sujeto a tus nobles prendas,
Que son de tu ser esmalte.
Vivas, señor, muchos años.
A pesar de los cobardes
Que con émmulos se oponen
A tus acciones loables.

Gran dicha fué la mia, que me cupiese por suerte el ir sujeto a un hombre noble y cacique principal, pues lo mostró con veras en esta ocasion y en otras, ostentando con su piedad lo ilustre de su sangre y la magnanimidad de su jeneroso pecho; que, como notó el poeta, es de grandes príncipes y señores levantar a los caidos y lastimarse de los pobres aflijidos:

Regia (crede mihi) res est subcurrere labsis (sic),
Convenit et tanto cuantus es ipse viro.

Es de un pecho jeneroso
Dolerse de un lastimado,
Y el levantar al postrado,
De un príncipe majestuoso.

Enséñenos esta doctrina Cristo, nuestro Redemptor, que fué a resucitar a Lázaro y halló llorando a las hermanas la muerte del hermano; y habiéndolas visto llorar, dice el sagrado texto, que se le estremeció el spíritu y se conturbó en sí mismo. Sobre cuya turbacion y sentimiento, dijo un autor antiguo las siguientes palabras: aquella turbacion del Salvador divino procedia de la compasion de Lázaro y de sus hermanas, porque como verdadero hombre, de cualquier natural afecto se vestia, llorando con los que lloraban y aflijiéndose con los aflijidos, para aliviarnos y darnos a entender que debemos nosotros lastimarnos y dolernos de las miserias y trabajos ajenos.

Visos tiene de Dios el que se lastima y conduele de las desdichas y trabajos que padecen otros, pues el mesmo Cristo nos sirve de norma y de dechado, aflijiéndose con los aflijidos y llorando con los que lloran.

Quién no se maravilla de la piedad de este bárbaro, que pudiera avergonzarnos, dejando atras nuestras acciones, y enseñarnos a imitar a nuestro Redemptor, pues supo lastimarse de mis penas y aflijirse de verme lastimado. ¡Qué pocos o ningunos son los que hai entre nosotros que se conduelan y lastimen de esta nacion humilde y desdichada, y