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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

a los demas abrir camino y esguazádole sin riesgo; y a mui buen paso aquel dia nos pusimos mui cerca del rio de Cacten, que así llaman por arriba al que pasa por la Imperial, habiendo descabezado todos los demas esteros que componen otros rios por abajo, como son Coipo, Curalaba y otros, que en el rigor del invierno son mas tratables por arriba cerca de sus nacimientos. Alojamos aquella noche a la orilla de un estero que estaba cerca de unos ranchos (segun nuestros compañeros lo aseguraron), que del sitio en que nos habíamos alojado no se divisaban. Y sin duda debió de ser así, porque en aquellos contornos encontramos algunas tropillas de vacas mui domésticas y mansas, con algunas crias, que las fueron llevando fácilmente a un guape, que así llaman cualquiera rinconada o encon (sic) que hace la montaña o algun estero, y allí las encerraron, y cojieron dos terneras, que llevamos a nuestro alojamiento; que con gran gusto cenamos aquella noche de ellas, y en un copioso fuego nos secamos, porque volvieron las preñadas nubes a descargar sobre nosotros sus penosas aguas, que la continuacion de ellas en nuestro dilatado viaje ocasionaba ya a no sentirlas ni extrañar de sus nieves los rigores; y habiendo dispuesto nuestras pequeñas chozas, dimos al descanso nuestros fatigados cuerpos.

Apénas se ausentaron las tinieblas, cuando recojimos los caballos; y con el dia el agua con mas fuerza se descolgaba. Y porque el rio de la Imperial no nos impidiese el paso aumentándose con las lluvias sus corrientes, le apresuramos con dar rienda a los brutos animales, que en breves horas nos pusieron en sus pedregosas orillas, adonde rogaron a mi amo que pasase con ellos a sus casas a descansar y holgarse tres o cuatro dias, pues tan cerca se hallaba de sus humos; y acetando el partido que le hacian porque de allí a su tierra habia otros dos dias de camino y los caballos se hallaban fatigados, sin dilacion alguna nos pusimos a esguazarle, aunque por partes a volapié salimos, y cojiendo un galope apresurado, dentro de breve tiempo nos pusimos en el rancho de Colpoche, mi amigo (que así se llamaba el hermano del otro indio amo de mi compañero el soldado), cuyo alojamiento y casa estaba vecina de la otra con otras seis o siete de parientes y amigos de estos que quedan nombrados; y en contorno de un cuarto de legua poco mas o ménos habia otros muchos comarcanos, que con la llegada de los soldados guerreros y la noticia que tuvieron de la mia con el nombre de hijo de Alvaro, se juntaron aquella noche mas de cien indios a visitar a los recien venidos, que todos traian sus cornadillos de muchos jéneros de chichas, terneros, carneros, aves y perdices; y en el rancho de Colpoche, que era el mayor y mas desocupado para el efecto de holgarse y entretenerse en comer, beber y bailar, nos alojamos arrimados a un fogon de tres copiosos que habia en el distrito de la casa. Pareciónos mui bien el abrigo por haber llegado bastantemente mojados, y habiendo entrado nuestros fustes y entregado los caballos a quien ordenó el dueño los guardase, nos arrimamos al fuego, adonde nos asentamos mi amo y yo con otros caciques viejos de los que nos habian venido a