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HISTORIADORES DE CHILE.

recebir; y al punto trajeron unos cántaros de chicha y mataron una oveja de la tierra a nuestro recebimiento, que es accion ostentativa y de grande honor entre ellos; y a mí me trajeron juntamente tres cántaros de chicha y un carnero, haciéndome la mesma honra y cortesía que hacen a los principales huéspedes y caciques de importancia, como lo hicieron con mi amo: que esta es la honra que acostumbran hacerse los unos a los otros; y el que recibe el presente reparte aquellos cántaros a las personas que se hallan presentes de mayor estimacion, para que vayan brindando a los circunstantes, y el huésped se queda con uno de ellos para hacer lo mesmo. Y a imitacion de los otros, fuí haciendo lo que los demas hacian, que unos me brindaban a mí y yo brindaba a los otros. Estando en este entretenimiento alegre, fueron poniéndonos por delante para que cenásemos, algunos guisados a su usanza con algunas tortillas, platos de papas, envoltorios de maiz y porotos, y al fogon adonde asistíamos trajeron muchos asadores de carne gorda, que aquello me pareció lo mas acomodado al gusto, porque un muchacho iba dando vuelta con los asadores acabados de sacar del fuego virtiendo el jugo por todas partes, y los iba poniendo a cada uno con un cuchillo para que cortase por su mano lo que le pareciese mas acomodado y mas bien asado, y estos los volvian a poner al fuego y traian otros, dando la vuelta a todos los circunstantes; y de los demas asadores de capones, gallinas y perdices y longanizas hacian lo propio. Y de esta suerte comimos y bebimos mui a gusto, desquitando el ayuno que en el trabajoso viaje padecimos. Fuéronse alegrando los spíritus con la continuacion de diferentes licores. Y en otro fogon del rancho cojió un tamboril templado uno de los músicos mas diestros, y dando principio al canto, siguieron otros muchos la tonada, y dentro de breve tiempo, al son del instrumento y de las voces, dando saltos bailaban a su usanza las indias y muchachas que allí estaban; alborotados ya con el ruido, a nuestro fogon se fueron encaminando a convidar a los viejos que en él asistian en mi compañía, y llevaron a mi amo a la rueda del baile, y a mí me llevó el dueño del rancho, que era el hermano del amo de mi compañero el soldado, aquel Colpoche que dije era amigo de españoles y que me hacia grandes cortesías y agasajos. Llegamos a la rueda, adonde estaban dando vueltas bailando los indios y las indias, quienes no quitaban los ojos de los mios, diciendo los unos a los otros, así indios como muchachos y muchachas: este es el hijo de Alvaro, mui niño es todavía; y llegaban a brindarme con mucho amor y agasajo diciéndome, que bailase tambien con ellas, cosa que no pude hacer de ninguna manera. Porque aunque me mostraban buena voluntad y agrado, tenia mui frescas las memorias de mi desdichada suerte. A mi compañero, que lo fué hasta aquel paraje, le mandó su amo que se armase y bailase con su mosquete a cuestas, y de cuando en cuando que saliese a la puerta a dispararle. De esta suerte estuvieron toda la noche comiendo, bebiendo y bailando, y yo pedí licencia al dueño del rancho, que era Colpoche mi amigo, para recojerme a un rincon a descansar y dar al