Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/65

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
51
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

sueño los sentidos, que me la concedió luego, y fué en persona conmigo y me hizo hacer la cama con unos pellejos limpios y peinados, cosidos unos con otros cantidad de ellos, que usan los principales caciques como colchones nosotros; y en lugar de sábanas, echan unas mantas blancas y encima la frezada y sobrecama. Dispuesta ya en la forma referida, me dijo el camarada: bien puedes descansar y dormir a tu gusto aquí, y si quisieres levantarte a ver bailar y calentarte, podrás ir adonde yo estoi, que toda la noche nos habemos de pasar holgando en nuestros entretenimientos; y no estés triste, que presto has de volver a ver a tu padre y a gozar de tu libertad en tu tierra, que yo le he dicho a Maulican tu amo, que no te deje de la mano y que mire por tí con todo desvelo, porque estos caciques de mi parcialidad han de hacer grandes dilijencias por matarte; y aunque yo no puedo ir en contra de lo que propusieren, lo que podré hacer por tí, será dar avisos a tu amo de todo lo que trataren y quisieren disponer, para que pueda esconderte y guardarte. Porque yo naturalmente me inclino a querer bien a los españoles y a tu padre, porque es amable y querido de todos, que le conozco mucho, y el tiempo que fuí amigo, reconocí en él mui buen corazon y trato para con nosotros, que si todos los que gobiernan fuesen de su calidad y agrado, no nos obligaran a dejar su comunicacion y buena compañía. Rendíle las gracias con sumisas y amorosas razones, y habiéndole visto tan agradable y jovial, habiéndose asentado conmigo en la misma cama adonde pretendia dar descanso al fatigado cuerpo, le pregunté, que por qué causa, mostrando tanta voluntad a los españoles como referia, se habia vuelto auca y contra nosotros. A que me respondió: mui bien me preguntas, capitan, y porque lo sepas y no sea mi accion culpada, te diré lo que me pasó.

Yo fuí leal amigo de los españoles (dijo el valeroso indio) en el fuerte y reducion de Cayuguano, adonde estuve con mucho gusto el tiempo que gobernaba aquella frontera tu padre Alvaro, que con todo desvelo solicitaba saber si nos hacian algunos daños, molestias o agravios, y con severidad y rigor castigaba a los lenguas, cabos y oficiales que nos asistian, cuando aun en cosas mui leves éramos molestados. Tu padre en fin nos faltó, porque le enviaron a Tucapel a que asistiese y gobernase aquel ejército y reduciones, y por su ausencia quedaron otros a gobernarnos que no tenian aquel desvelo y cuidado de nuestras conveniencias y agasajos que tenia Alvaro; con que se fueron libertando los soldados de tal suerte, que ya no habia rancho seguro de sus manos. Si a los principios robaban lo que podian, despues con atrevido descoco quitaban por fuerza lo que poseíamos, y si alguno de nosotros se quejaba, a bien librar no nos oian ni escuchaban, cuando de palabra o de obra no nos maltrataban. Creció este abuso y mala introducion, de suerte que nos hallábamos descontentos, desabridos y aun desesperados, sin tener a quien poder volver los ojos. Callábamos y disimulábamos todo lo que podíamos, con espera de que tu padre Alvaro habia de volver a visitar nuestras reduciones (como nos lo enviaba a decir con algunos compa-