Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/66

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
52
HISTORIADORES DE CHILE.

ñeros.) Los capitanes y tenientes que nos asistian, habiendo de defendernos y ayudarnos, eran los primeros que nos vendian y maltrataban. Tocóme por suerte o el turno de salir a rejistrar los pasos con otros compañeros que tambien estaban como yo disgustados; y al uno de ellos le habia forzado la mujer un teniente de los nuestros, y estaba este compañero hecho una ponzoña y justamente lastimado: pues estando a nuestras solas tratando de lo que usaban con nosotros los españoles, hallé a mis compañeros (que eran seis) resueltos a venirse al enemigo; y por apaciguarlos les dije, que tenian sobrada razon, que yo estaba de la propia suerte vestido, pero que aguardásemos algunos dias a ver si venia Alvaro tu padre, que sin duda pondria remedio en semejantes excesos y templaria nuestros disgustos. Parecióles bien a los compañeros, y con esto, al cabo de dos dias nos fuimos a nuestro fuerte y casas; y lo que hallé de refresco fué a mi mujer aflijida, triste y llorosa, y preguntándole la causa, me respondió, que el teniente que los asistia y gobernaba (que era el mismo que habia forzado la mujer del otro que queda referido), la envió a llamar con su criada, y juzgando seria para otra cosa, fué con ella, y entrando en su casa, la entregó a un soldado amigo suyo, y la rogó que le hablase y que hiciera su gusto, que lo estimaria, demas de que la paga seria mui a su satisfacion en lo que quisiese; y habiéndose excusado a sus ruegos y intercesiones, la encerró con él en su aposento o rincon de su rancho, adonde la anduvo forzando hasta que por sus voces y gritos que dió (porque al ruido se juntaron muchas personas), se vió obligado a dejarla. Al punto que oí estas razones a mi mujer, acabado de llegar con mis compañeros, a quienes por entónces habia desvelado de sus intentos, los fuí a buscar, a cada uno de por sí, y les referí lo que queda dicho, y que ya no teníamos que aguardar mas, pues con tanta disolucion y desvergüenza nos quitaban las mujeres para hacer de ellas lo que se les antojaba; y que al instante se dispusiesen, porque aquella noche, con sus hijos y mujeres los que las tuviesen, se habian de ir al enemigo, y que al cuarto del alba se aguardasen los unos a los otros en tal paraje de la empalizada o muralla de madera que tenia el fuerte, para que todos juntos saliesen a un tiempo convoyados. Tenian estos de la liga otros amigos disgustados, que en otras ocasiones habian manifestado sus disinios, que tocándoles a leva, nos aunamos unos catorce o quince, con sus mujeres los mas, y al cuarto del alba abrimos un portillo en la muralla y salinios con nuestras armas en las manos, llevando por delante nuestra chusma y familia, y nos pasamos el rio de Biobio, que estábamos mui cerca de su orilla, y cuando amaneció, nos hallamos mas de cuatro leguas de nuestro fuerte. Esta fué la causa, capitan y amigo, de mi transformacion y mudanza de amigo vuestro a enemigo declarado. Mirad, por vuestra vida, ahora si tuve razon o no.

Toda esta conversacion tuvimos con mui buena comodidad, porque en el discurso de ella nos trajeron de refresco unos pollos mui bien aderezados con mucha pepitoria de zapallo, ají y otros compuestos, con un