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HISTORIADORES DE CHILE.

lieron deseosos de comunicar familiarmente conmigo, porque como mis años entónces eran pocos mas o menos de los que ellos podian tener, se inclinaban a mirarme con amor; porque con facilidad se conforman y avienen los que son de un porte y de una edad. Llegó el hijo de mi amigo, que era el que la noche pasada se habia quedado a hacerme compañía en la cama, diciéndome: capitan, yo no pude volver a acompañarte por haber estado cantando y bailando toda la noche. Respondíle con mucho agrado y cariño, que habia deseado con extremo tenerle cerca y a mi lado para contarle y referirle un portentoso sueño que me habia recordado despavorido y con gran congoja, y que desde entónces no habia podido volver a cerrar los ojos. Allegáronse los demas chicuelos con deseos de oir mi sueño, y el hijo de mi camarada y amigo me pidió se le contase. A este tiempo se habian allegado otros dos muchachos y chinitas, que como me mostraba con ellos agradable y jovial en el semblante, gustaban de mi comunicacion y trato. Repetí mi sueño como queda dicho, y despues les conté algunas patrañas y ficciones, como fué decirles que habia visto venir un toro bravo y feroz echando fuego y centellas por la boca, y encima de él uno como huinca, que quiere decir un hombre español; y que el toro embravecido procuraba echarlo abajo con los cuernos, haciendo muchas dilijencias por matarlo, dando por una y otra parte vueltas a menudo y espantosos bramidos; y el que estaba encima dél con gran sosiego y humildad, firme como una roca se tenia. Quedaron admirados los muchachos de haber oido sueño tan notable, y el hijo de mi camarada me preguntó cuidadoso, que quién era el huinca o español que estaba sobre el toro encaramado; a cuyas razones entre chanza y burla respondí diciendo: andad, amigo, vos y preguntádselo al toro que lo traia a cuestas, que yo no le pude conocer ni saber quién era. Celebraron mucho todos los muchachos mi respuesta; y estando en este entretenimiento ociosos, salió mi compañero el soldado a llamarme de parte de Maulican mi amo, que habia despertado ya de su profundo sueño. Junto con los muchachos que habian estado conmigo a la resolana, entré dentro del rancho, y el indio mi amigo dueño del festejo me llamó al instante que me vido, que estaba cerca del dicho Maulican sentado, con otros seis o siete caciques, a la redonda del fuego comiendo y bebiendo, como lo hicimos los que llegamos; y despues de esto, me arrimaron un cántaro de chicha de frutilla de buen porte, que encareció mi amigo lo habia hecho guardar para mí, porque las otras que quedaban eran mui fuertes y espesas. Comimos y bebimos espléndidamente y con grande abundancia, porque mi amigo y camarada anduvo bastantemente cumplido y salió bien del empeño en que se puso, en habernos convidado y llevado a su casa del camino, pues andaba todo tan sobrado y abundante, que pudiéramos decir lo que el texto sagrado en el convite de Joseph; pues habia pocos que no estuviesen mas de lo necesario satisfechos, y aun privados del juicio algunos, por ser costumbre entre estos antiquísima. Sobre este lugar dijo Oleastro, que lo que nos enseña y advierte, es que los con-