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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

nobleza, como nos lo enseña el capítulo nono del primero libro de los Reyes. Llegó el profeta Samuel a unjir por rei a Saul del pueblo de Israel, y significándole con las honras que le hacia, y con los respectos que le trataba, la superioridad y grandeza que habia de tener en su reino, le responde Saul estas palabras: ¿cómo, señor, me decis a mí estas razones? no sabeis que soi de baja stirpe y humilde nacimiento, y de la mas mínima tribu de Benjamin? y que mis fuerzas soa mui limitadas y mis hombros no son para tamaña carga? mi estado, mi ejercicio y mi pobreza son mui contrarios para dignidad tan alta. Aquí dijo San Gregorio el magno: Grande fuiste para con Dios, porque fuiste para tí pequeño. O! si conociésemos y nos pudiésemos persuadir a que no hai mayor nobleza ni mayor merecimiento que la virtud y humildad con conocimiento propio! pues por el que tuvo Saul de su humilde nacimiento y estado miserable, le levantó Dios de tal suerte, que lo hizo rei y monarca sobre todos los de su reino, calificando su descendencia con decir, que en todo el pueblo de Israel no habia otro mas esclarecido ni mejor que él. ¿Habrá alguno de los pretensores de estos siglos que diga como Saul, que no le ajusta el vestido, ni la potestad real le asienta, cuando con ella le envidan y lo buscan? ¿Habrá quién diga con él: soi de bajo nacimiento, soi incapaz y ignorante, soi cudicioso en extremo, porque no trato mas que de mis particulares intereses, y el que ha de tener a su cargo el gobierno y la superioridad ha de atender mas a los ajenos que a los suyos: soi libertado en mis razones: soi soberbio y altivo con los humildes? ¿Habrá alguno que diga con Saul estas palabras? No por cierto, porque esto se acostumbraba cuando los oficios y dignidades buscaban a los mas dignos sujetos, y no ellos a los oficios. ¡O! cómo debian los monarcas, príncipes y superiores imitar al supremo Rei de cielos y tierra, en buscar para los oficios preeminentes, no a los que los solicitan con dineros y favores, sino es a aquellos que los merecen por sus propios servicios, y por haber derramado su sangre G en servicio de nuestro Rei y señor y de su patria! que de esta suerte se consiguiera la paz y quietud que se desea, y tuviera fin dichoso esta prolija guerra, y nuestra monarquía estuviera mas boyante, y sus tesoros no se hallaran tan menoscabados con estar solamente atendiendo los consejos a premiar letrados, aumentar audiencias y otros tribunales, sin hacer memoria de los que en los ejércitos de S. M. estan contínuamente derramando su sangre con excesivos trabajos, con hambres, desnudeces y peligros de la vida. Cómo no ha de ser esta guerra inacabable? que es a lo que se encaminan mis discursos. Esto baste por ahora, y volvamos a nuestro intento, que es decir, que aunque el extraño suelo mejor hospedaje hace al peregrino, no sé qué se tiene el amor de la patria o la propia habitacion para el sosiego y descanso y para la quietud del ánimo, pues desde el ave mas real hasta la mas temida fiera hacen manifestacion patente de esta verdad eflionión sobre I juels de en