Página:Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf/91

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
77
NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

nos las embocaba el viento como balas por cualquiera parte que se descubria el rostro. Parecióle bien y mi consejo acertado al compañero, y volvimos las espaldas a tan embravecido y sañudo tiempo, y viento en popa y aguas abajo (como dicen) caminamos en demanda de algun bajo y montuoso sitio, adonde pudiésemos tener reparo y abrigo para podernos librar de aquel huracan deshecho que nos atribulaba y aflijia. Marchamos mas de una legua sin poder encontrar lo que buscábamos, cayendo y levantando en los pantanos, quebradas y zanjones, nunca continuados. Ya con la resolucion última el compañero habia subido en su caballo, y como iba guiando por delante, dió de hocicos con caballo y todo en un zanjon, quebrada o foso hondo, que no sabré decir lo que fué, pues no nos podimos [sic] ver el uno al otro con la grande oscuridad de tan perversa noche. Al ruido de la porrada del caballo y tropezon extraño, me detuve, y él me dijo, caido en el suelo: tenéos allá, capitan, no paseis acá hasta que reconozca si hai otro paso mas arriba o mas abajo. Dió una vuelta por una y otra parte, y como los relámpagos, truenos y rayos eran tan contínuos, con el resplandor de ellos divisó cerca de sí una veredilla, que palpándola con las manos, la pudo bien reconocer y rejistrar. Yo estaba a todo esto detenido, sin atreverme a dar paso por adonde habia visto caer al compañero, que es sobrada inadvertencia no huir del peligro en que se ha visto despeñarse otro. Pasó por otra parte poco a poco y descubrió mas arriba mejor paso, por el cual me llevó sin topar impedimento alguno; con que seguimos la vereda que la fortuna nos habia deparado, y para no perderla no quiso volver a montar en su caballo y me mandó se le arrease, porque queria con piés y manos irla palpando por no dar lugar a que se le fuese de las manos. Seguímosla poco mas o ménos de una legua, y al descender por una loma rasa, que su fin era un valle hondable adonde no batia con tanta fuerza el viento, dimos en él con nuestros cuerpos, porque estaba sembrado de espesos arbolitos de culenes, que nosotros llamamos albahaquillas del campo. Corria por en medio dél un estero, que pareció no poder perjudicarnos: arrimámonos a él porque el viento no batia con tanta fuerza............(1).

CAPITULO XIX.

. reconociendo el paraje que juzgamos que podia ser el que asistimos, hallamos que solo las puntas de los árboles y ramones se descubrian: traíamos nuestras sillas sobre la cabeza, que todavía nos servian de algun reparo para que el agua no nos entrase por la cabeza y saliese por los piés. Fuimos el estero abajo en de(1) Del contexto y la foliacion del MS. se infiere que falta aquí una hoja, con la que se ha perdido el fin del cap. 18 y el principio del siguiente.