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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

continuarlas con mas fuerza, porque con el grande temporal de agua y viento, que era con notable exceso, no se podian oir bien nuestras lastimosas voces, ni daba lugar a que saliese persona alguna de las chozas. Finalmente, tantas voces dimos, tan contínuas, confusas y tristes, que envió el cacique a saber quiénes eran los que como desesperados y aburridos con tiempos tan extraños caminaban; vino un muchachon criado del dicho cacique a preguntar quiénes éramos, de adónde veníamos y para a lónde caminábamos. A que respondió mi amo diciéndole su nombre y la causa de nuestra peregrinacion, y le rogó que diese traza de que pasásemos a la otra banda: a que respondió el muchacho, que si no era a nado, de otra suerte no podíamos, que por mas abajo venia anchuroso y esparcido, por adonde se nadaria poco.—Ea pues! amigo, le dijo Maulican, por vuestra vida que nos envieis a esta banda dos caballos buenos y alentados para que pasemos ántes que cierre la noche sus cortinas y la luz del dia nos deje.—Voi a avisar al cacique, respondió el nuncio a mi amo, y de vuelta traeré los caballos que pedis.—Andad apriesa, le repitió el compañero, y dadle mis encomiendas al cacique Inailican, y decilde [sic] que soi yo el que con este temporal deshecho ando perdido y extraviado por llegar a mi tierra y a mi casa. Fuése el muchacho con toda priesa y avisó al cacique, significándole la necesidad que traíamos de caballos, pues veníamos a pié con los fustes en la cabeza; enviólos luego con el propio criado y otro hijo suyo que le acompañó, y echando los caballos a nuestra banda, los recibimos y con los fustes que habíamos traido a cuestas, los ensillamos y enfrenamos, y subiendo en ellos, nos llevaron el estero abajo; ellos por una banda y nosotros por la otra, llegamos al paso que nos señalaron, por adonde el estero iba mas esparcido y ancho, y anduvo uno de los guiadores tan galante y bizarro, que se arrojó a la banda adonde estábamos, por ver que ponia alguna dificultad mi amo en arrojarse al agua. Y nos guió extremadamente un buen trecho, aunque al fin dél pasamos a nado, que con el deseo de llegar al reparo de los ranchos, se nos facilitaron las dificultades y allanaron los tropiezos. Salimos con bien de aquel empeño, a paso mas qu moderado, que llaman galope, nos pusimos en la casa del cacique, que ya nos tenia prevenida una buena candelada y un carnero vivo (que es la honra que unos a otros se hacen), para que el huésped lo mate o lo degüelle, y despues lo entriegue [sic] a otro que lo desuelle y lo beneficie: desmontamos de los caballos de buena gana, y desensillados, los entregamos a los muchachos que vinieron con nosotros de pasarnos el estero. Entramos con nuestros fustes al rancho, adonde nos recibió el cacique con mucho amor y agasajo, haciendo que nos asentásemos al fuego y nos secásemos el hato. Luego que nos quitamos las mantas y las colgamos al amor del fuego, nos trajeron a cada uno un cántaro de chicha, y a mi amo el carnero para que lo degollase, que luego lo puso en ejecucion, y abriéndole el pecho sacó los hígados y riñones, y de la suerte que salieron, los echó al