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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

Y aunque me hallaba debilitado, mojado y helado de frio, tuve por conveniente no volver a entrar al rancho de aquel cacique inhumano, y para mí fiera cruel; salimos como de rebozo, como huyendo. Y aunque el viento habia amainado y suspendido su violencia, estaba en su punto el agua dejándose caer a plomo; y a buen paso subimos las lomas y cerros de Elol, que eran las que traia marcadas Maulican para encaminarse a su tierra. Y habiendo caminado poco mas de dos leguas, encontramos en medio de aquellos cerros otros ranchos del cacique Antegüeno, que forzosamente habíamos de pasar por ellos porque el camino nos llevó a sus puertas, adonde salió el cacique y nos hizo apear de los caballos con repugnancia de mi amo; y verdaderamente que yo lo deseaba con extremo, porque el hambre y el frio bastantemente me tenian apretado y desvanecido. Desmontamos de los rocines y a unos árboles vistosos los atamos, que cerca de la puerta hermoseaban el sitio y su contorno, por ser de calidad que todo el año conservaban verde y vistosísima la hoja, demas de ser crecidos y copados; y cuando estan con su fruta colorada, es a la vista apacible y deieitable: a estos llaman pengus, que su sombra tambien es copiosísima y saludable de verano, y las hojas, batidas y oprimidas, despiden de sí un fragante olor y mui suave, y puestas en la cabeza, mitigan el dolor de ella causado del calor y de la fuerza que el sol tiene de verano. Y la corteza y fruta son medicinales para achaques del vientre y del estómago. Entramos adentro de la casa, y el cacique Antegüeno (que tambien era de los que se hallaron en el parlamento de mi venta o compra) nos llevó a un extremado fogon, dividido de otros que habia dentro, en que asistian las mujeres; allí nos hizo poner unas esteras en que asentarnos, y mandó a un criado suyo que desensillase nuestros caballos, a que repugnó Maulican diciendo, que habia de pasar a su tierra luego aunque el agua no cesase, que ya estábamos acostumbrados a las inclemencias del tiempo y a estar mojados de ordinario. A que le respondió el cacique, que para dos leguas que le quedaban para su tierra, tenia bastante tiempo aunque saliese a la tarde. Con todo eso (repitió mi amo), quisiera llegar temprano para excusar andar de noche, y porque há muchos dias que me aguardan en mi casa. Ea pues! le dijo Antegüeno, calentáos ahora un rato, y comeréis un bocado y ese pobre capitan que trais [sic], que me causa compasion de verlo, que vendrá helado de frio y cansado. Con esto que le oí decir, me consolé grandemente, porque como era de los contenidos en la junta y parlamento referido, juzgué que fuese como el pasado: pero, adondequiera hai buenos y malos, unos de un natural y otros de otro. Este Antegüeno era hermano del pasado Inailican, y no en la condicion ni en las costumbres, porque se ajustaba al nombre de Antegüeno, que quiere decir sol del cielo, cuyos efectos son jenerosos, saludables, suaves y apacibles. Por ser el capitan y príncipe de las antorchas y luces de esos cielos es el corazon del mundo y su templanza; con su grandeza se ilustran todas las cosas de esta vida, como lo notó Ciceron tratando de las calidades