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Fuera de la trascendencia económica que he señalado, tenemos una trascendencia política que es necesario meditar. Con el paso que vamos a dar, rompemos la dependencia, la dependencia económica. Ello significa la independencia política. Seremos nosotros los dueños de nuestro propio futuro. Soberanos de verdad de nuestro destino. Lo que se haga en el cobre dependerá de nosotros, de nuestra capacidad, de nuestro esfuerzo, de nuestra entrega sacrificada hacer que el cobre se siembre en Chile para el progreso de la patria. Será el pueblo el que tendrá que entender y lo entiende, que este es un gran desafío nacional y que no sólo tienen que responder a él los trabajadores de las minas, sino el pueblo entero.

Tenernos que responder, entonces, y tenemos que responder entendiendo que esto, repito, es algo que debemos encarar. Es también un desafío técnico. Tenemos que crear una tecnología propia, de acuerdo a nuestra realidad, aprovechando la experiencia de otros pueblos, cualquiera que sea su latitud en el mundo. Tenemos que crear un Centro de investigación minero-metalúrgica. Tenemos que crear un Servicio nacional de geología. Tenemos que aprovechar la capacidad de técnicos e ingenieros que hay en la ENDESA, en la CAP, en la ENAP y en la CORFO, en la universidad o en las universidades, y hacer de ellos un equipo superior, para que entreguen sus conocimientos a esto que es fundamental para nosotros.

Nosotros no hemos podido desarrollar las capacidades de nuestra gente, limitadas bajo la tutela, extranjera que nos imponía los planes de desarrollo y de explotación desde fuera. Debemos también entender que este es un desafío a nuestra capacidad, no sólo en la explotación, no sólo en la elaboración del metal rojo, sino en su propia comercialización. Tenemos que romper la dependencia en ese sentido y crear nuestra propia comercialización. Pero piensen ustedes que las ventas del cobre significan un volumen anual superior a los mil cien millones de dólares. Eso lo van a manejar los chilenos, nuestros compatriotas, en el mercado mundial, y por suerte tenemos un lenguaje de entendimiento con Zambia, con el Congo, son el Perú, y se ha formado, a escala internacional, la CIPEC, que está destinada a defender los intereses de los pueblos pequeños, productores como el nuestro. Es por tanto un desafío a toda la capacidad organizativa de Chile y los chilenos, fundamentalmente de los trabajadores del cobre, entendiendo por tales a obreros, empleados y técnicos.

(SIGUE)