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Por eso, me interesa —sintetizando mis ideas— señalar qué importante es que ustedes comprenden que lo que queremos es tan sólo que la democracia sea auténtica y que la libertad no sea un oriflama que sacuden vientos oportunistas.

Por eso, tenemos que reclamar la presencia de la mujer en el proceso revolucionario, cuando para hacer de Chile un país independiente tenemos que herir los intereses foráneos más poderosos de las grandes empresas transnacionales del cobre, del hierro o del teléfono.

Tenemos que nacionalizar los monopolios, estatizar la banca, profundizar la Reforma Agraria y controlar el comercio de importación y exportación. Y la mujer tiene que entender esas cosas. Si la mujer sabe lo que es el presupuesto de su casa, por el ingreso de ella o de su compañero, o por el ingreso conjunto, de ambos, la mujer tiene que entender que un país es una familia grande que tiene un presupuesto, que es el presupuesto fiscal y un presupuesto para comprar cosas que no producimos, que es el presupuesto de divisas. Que tenemos que conquistar dólares vendiendo nuestros productos, que por desgracia necesitamos más de lo que podemos tener de divisas y que sólo eso se soluciona produciendo más cosas exportables y limitando las importaciones que pueden ser sustituidas por la producción interna o eliminadas por ser suntuarias.

Esto tiene que saberlo la mujer. Esto tiene que entenderlo la mujer, la más humilde, la más modesta, una compañera analfabeta, que no es culpa de ella ser analfabeta.

Nos ha faltado todavía una gran jornada, una gran batalla, una gran lucha que movilice a miles y miles de chilenos para terminar con la lacra del analfabetismo y abrirle el campo espiritual a millones de chilenos que no tienen culpa de no saber leer o escribir (APLAUSOS).

SIGUE.-

TAF/sgm.