Página:Clemencia, novela de custumbres (1862).pdf/117

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 73 —

les, pero con muchas hácia el hombre á quien amaba, la hacia aparecer mas bella. Si alguna vez alzaba sus negros ojos de los cartones que tenia delante, brillaba su enérgica mirada debajo de sus hermosas pestañas, como debió brillar al través de su celada la del jóven castellano que defendia su castillo.

Partian su corazon los tormentos que veia sufrir á su amante, y con injusta acrimonia echaba todo su encono sobre aquel, que sin saberlo, se los causaba.

Valdemar tomó una silla y se sentó detrás de Constancia, que no se movió; pero su vecina se apresuró á cumplir con un deber de urbanidad, haciendo lugar al Marqués para que pudiese acercarse á la mesa.

—¿Tiene Vd. buena suerte? preguntó éste á Constancia.

—Muy mala, contestó ésta lacónicamente.

—Es buena señal, porque la mala en el juego la presagia buena en amor.

—Asi lo espero, —Me temo que la mala sea para el que ame á usted.

—¡Ojalá de ello se convenciera el to tuviese!

que tan mal gus—¿No habrá acaso excepcion? preguntó el Marqués á quien las palabras secas y el tono brusco de Constancia causaron extrañeza.

— Los espejuelos de Mahoma! dijo en voz grave y clara D, Galo, sacando el número ocho CLEMENCIA.

TOMO I. 8