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cen lotería? respondió la interrogada con descoco.

—Por cierto, decia Valdemar á Constancia, que es extraño, y aun muy cruel, que me hayan dejado una ilusion que tan pronto debia desvanecerse.

—Mi Madre esperó convencerme.

—¿Puedo yo esperarlo tambien, Contancia?

—No: que yo no engaño nunca.

—Constancia, dijo el Marqués, me retiro, me interesa Vd. y la respeto demasiado para importunarla.

Desisto, Constancia, de mis mas gratos deséos, con tanto más pesar,, cuanto que su franco Y leal proceder, si bien me hiere dolorosamente, me llena de aprecio hácia Vd, L —¡La horca de los catalanes! pregonó la voz incansable de D. Galo, sacando el once.

—Señor, exclamó Paco Guzman, ya no hay horcas por el mundo: poned vuestros signos cabalísticos al nivel de los adelantos de la civilizacion.

—El escardillo! sonó como el toque de un reloj la voz de D. Galo sacando el siete.

—D. Galo, aguarde Vd.

—El que tuerce! prosiguió impávido el presidente sacando el catorce.

—Ese sois vos.

—¡Las sanguijuelas! prosiguió D. Galo sacando el vincuenta y cinco.

—Pando, conspirais.

—¡Los canónigos! cantó éste sacando el diez.

—D. Galo, sois el inexorable Destino.