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—¡La edad de Cristo sacando el treinta y tres.

—D. Galo, abusais de la presidencia.

—¡Los escapularios! dijo D. Galo sacando el cuarenta y cuatro.

—¡Lotería! esclamó con júbilo Clemencia, levantando su radiante semblante, que hasta entonceshabia tenido inclinado sobre sus cartones.

Al ver aquella cara tan extraordinariamente linda, el Marqués de Valdemar quedó admirado.

—¿Quién es esa jóven? preguntó á su vecina.

—Es una huerfanita, sobrina de la Marquesa, que la ha recogido.

—Es una divinidad, esclamó el Marqués.

—Si, no es fea; una infeliz, que ahí te puse, ahí te estés; es una palomita sin hiel, una leguita de convento, repuso su vecina.

La partida se habia vuelto á reorganizar; la cara de Clemencia habia desaparecido como una celeste vision y la voz de D. Galo se hizo oir, diciendo al sacar el número cuarenta: —¡La calavera!

—Ya salieron los números disfrazados como números de Carnaval, exclamó Paco Guzman. D. Galo de mis pecados, ¿qué número es al que habeis dado el seudónimo de calavera?

—Al cuarenta, hijo mio.

—¿Pues no fuera mejor que lo aplicáseis al veinte?

—Si asi lo reclama Vd. como representante del veinte, Paco, hijo mio, se atenderá á tan justa recla-