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sa de su cuarto, con su mantilla puesta y lista para pasear, halló á Alegría elegante y lujosamente ador—, nada, y á Clemencia linda como un ángel, con su sencillo velo de gasa blanca y unas rosas del tiempo en la cabeza; en cuanto á Constancia estaba acostada con jaqueca.

— Difícil sería describir lo que rabió la señora, y el estado de exasperacion en que emprendió el paseo, tan fatigoso para ella, y que habia perdido ya su objeto, que era facilitar una entrevista más desahogada que las que les proporcionaba la tertulia, á los presuntos novios.

Alegría, al llegar al salon de Cristina, se cogió del brazo de una amiga, y Clemencia las siguió dando el suyo á su Tia.

—Sépaste, Clemencia, iba esta diciéndole, que no hay una locura mayor en las muchachas, que rehusar un buen partido cuando se les presenta. Muchas y muy muchas conozco yo que así lo han hecho, y se han casado luego con quien Dios ha querido. Si yo hubiese rehusado á tu difunto Tio cuando mis Padres tratáron la boda, sabe Dios con quién estaria casada á estas horas. Tén siempre presente—lo que suelen olvidar muchas niñas,—que á la ocasion la pintan calva, y que la cabeza de chorlito que rehusa un buen porvenir por capricho, por imprevision, por desobediencia, merece que la encierren en San Marcos. ¡Vaya con las niñas del dia / Perlitas!..... como dice D. Silvestre. Un collar le habia yo de hacer de