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paseo se les acercaba de vuelta encontrada, ¿qué os parece ese palo vestido, que viene hinchando sus desenrolladas narices, porque es rica, en lugar de encogerlas en favor del aspecto público?—¿Se ven en Madrid tales tarascas?

—En Madrid hay tantas personas poco favorecidas por la naturaleza como hay aquí, Alegría, respondió el Marqués sin desviarse del lado de Clemencia; lo qué sí hay aquí en mas abundancia que en Madrid, son mujeres favorecidas por ella.

—Si supiese Vd. lo buena que es esa señora que no es bonita, se lo hahia de parecer, dijo Clemencia.

En mi convento tiene una parienta suya monja, á quien mantiene, y además ha puesto allí dos pobrecitas que quedaron huérfanas en el cólera, á quienes costea en un todo.

1 —Ella es buena y fea; pero Vd., Clemencia, sois buena y bella: ¡mire Vd. la ventaja que le lleva!

—Marqués, tornó á decir Alegría volviendo la cabeza, á pesar de ir á su lado Paco Guzman, no crea Vdnada de cuanto le diga Clemencia, que se ha enseñado en el convento á ser una hipocritilla.

—¡Jesus! murmuró escandalizada Clemencia.

—Si ve Vd. venir á D. Galo, añadió Alegría, déjele Vd. libre el campo, si no quereis hacerle mal tercio, pues suelen tener los dos sus consultas secretas sobre los ambos y los ternos.

Las cosas que inventa Alegría! exclamó Clemencia.

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