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—¿Quién es ese D. Galo? preguntó el Marqués.

—El hombre mas feo y ridículo del mundo, contestó Alegría; el que sacaba anoche los números de la lotería, el íntimo de Clemencia, que no puede vivir sin él.

—¿Es cierto, Clemencia? preguntó Valdemar.

—Que sea ridículo, no señor, contestó está; que no pueda yo vivir sin él, tampoco lo es. Pero lo que sí es cierto que si le tratase Vd., seria Vd. su amigo, porque todo el que le trata lo es; todo el mundo le quiere, incluso Alegría, aunque le haga burla, po que ella no puede dejar de ser burlona; y como todos se rien, no piensa que hace mal.

—Y Vd. no es burlona?

—No señor; en primer lugar, porque no me gusta la burla, y en segundo lugar, porque nada burlon se me ocurre, para eso es menester tener gracia, como la tiene mi prima.

—Todo el que tiene entendimiento, y aun sin tenerlo, tiene la gracia suficiente para la fácil expresion de la burla; pero esa facultad es preciso con el uso aguzarla para que punce, y es necesario afilarla para que corte. Ensáyelo Vd., y verá cuán pronto sobrepuja con ventaja á su prima.

—Señor, ese es un consejo que no seguiré, que extraño que Vd. me dé.

—¿Y por qué?

—Porque Vd. mismo no lo sigue.

El Marqués se echó á reir.