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Clemencia llegó, pues, á ser una doble mártir, siendo tratada á la vez con la más insultante desconfianza, y las mas despóticas exigencias, y con la más ostensible falta de cariño y de atenciones; á un tiempo esclavizada y abandonada por su marido. Este encerraba á su mujer, y se llevaba la llave; no la permitia recibir á nadie ni salir, ni aun para ir á la iglesia; y habia llegado la locura de los celos y el placer de mortificarla hasta matar por su mano un pajarito que criaba Clemencia, que era su único companero en la soledad.

— Esto parecerá exagerado, y no lo es, como pueden atestiguarlo los que hayan observado los efectos de los celos en almas duras y toscas, la atroz propension humana á redoblar el tormento, á medida que es la víctima mas débil y mas sufrida.

Clemencia, en medio de tantos sufrimientos, no se creyó la mujer incomprendida, ni la heroina inapreciada, ni la víctima de un monstruo; creyó sencillamente Fernando era un mal marido como otros muque chos; que tenia que sobrellevarle como hacian otras muchas mujeres, y rogó á Dios le mejorase y trajese á mejor vida. Así pensaba, porque no habia leido novelas, ni visto dramas de pasion, y conservaba intactas las puras doctrinas de moral cristiana, no deslustradas por mundanos sofismas: conservaba inmaculadas sus nociones del deber sin transacciones mi concesiones sociales; conservaba ilesas las doctrinas religiosas, sin que la atrevida y osada podadera filoL 1