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sófica hubiese suprimido ninguna de sus ramas ni de sus flores. Asi era que se regia sencillamente por estas máximas: «Recordemos que la paciencia es el heroismo del cristiano.

»Recordemos que dice San Agustin: Agradamos á Dios, cuando su voluntad nos agrada. Y que San Bernardo dice que es una vergüenza ser miembros delicados, bajo un Jefe coronado de espinas.» Releia á menudo en uno de esos libros de devocion aquellas palabras que tratan de los deberes de las casadas, y se embebia de esta cita de San Agustin, que así dice: «Mónica obedecia á su marido como una sirvienta á su amo, y se esmeraba en ganarle á Dios, exhortándole con sus ruegos y sus buenas costumbres, cuya santa hermosura obligó á su marido á respetarla, y se la hizo grata y admirable. Toleró por mucho tiempo la mala conducta de su marido, sin hacerle reconvenciones; aguardando la hora de que obrase en él la misericordia de Dios.» ¡Oh madres! dad buenos libros á vuestras hijas, y obligadlas á leerlos. Si bien jóvenes y felices, los leerán con mas respeto y atencion, más por obligacion que por placer; no le hace; no desistais; porque el dia de la prueba germinará en sus corazones aquella hermosa semilla, como el trigo que se echó en tierra en un dia de sol crece vigoroso el dia de los temporales.