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—Se pensó de pronto, respondió Andréa, que acompañaba á las dos primas qne venian en el carruaje. A la señorita Clemencia que ha estado muy mala, le mandaron los médicos los aires del campo, sin desperdiciar un dia del blando otoño.

— La casera, que se llamaba Gertrudis, fué á traer un manojo de enmohecidas llaves, y subió la escalera, seguida de las recienvenidas, La simplificada distribucion del piso alto, era una série de salas, en que se entraba de una en otra.

Por los rincones se veian montones de semillas, rimeros de hojas de palmito y haces de caña para hacer escobas. Por las paredes colgaban algunos trebejos viejos, como cinchas, albardas, cuerdas, ristras de ajos y de pimientos.

Las telarañas eran tan vetustas y estaban tan espesas y tupidas, que parecian bienes amayorazgados, heredados por varias generaciones de arañas. De las vigas colgaban asidas á ellas por sus garras, familias enteras de dormidos murciélagos. Los ladrillos, por no tener pies no andaban sueltos, y por todas partes era el polvo tan espeso, que daba á este conjunto ese tinte mustio y gris, que es el del abandono y del olvido.

Despues de atravesar varias piezas, llegaron á la que hacia ángulo, y á otras que le seguian, que eran las que tenian ventanas, las cuales daban vista al mar. Aquí se hallaron con algunos sillones, de cuyo forro de tripe ó terciopelo de lana, no quedaba sino